No es una droga química pero casi. Digamos que es el proceso que en su tercer grado nos permite conocer de verdad a los demás, en realidad, es una conversión total, un proceso de reconocimiento de nosotros mismos en la obra y yo creo que la literatura exige esto, ni más ni menos. Por eso lo comparo con el amor. Fue David Cooper el que dijo:
"Hacer el amor es bueno por sí mismo, y tanto mejor cuantas más veces se haga, de cualquier manera posible e imaginable, entre el mayor número de personas y durante la mayor cantidad de tiempo posible".
Y de alguna manera, cuando se escribe del amor, hay que sentirlo, o hay que recordar haberlo sentido, uno necesita estar "convertido" en sujeto paciente del amor mientras escribe. Ciertas cosas no se pueden fingir. ¿O tal vez sí? Dice Pedro Salinas:
"Iré rompiendo todolo que me echaron encimadesde antes de nacer.Y vuelto ya al anónimoeterno del desnudo,de la piedra, del mundo,te diré:"Yo te quiero, soy yo". (La voz a ti debida).
Dice Paul Valéry:
"Yo, sólo tengo tus temores.Mi contrición, mis dudas, mis aprietos,son el defecto de tu gran diamante.Pero en su noche, grávida de mármol,un pueblo vago, entre raíces de árboles,por ti se ha decidido lentamente". (El cementerio marino).