miércoles, 12 de junio de 2019

La gestión cultural en la galaxia rural



La cultura como fenómeno total, es hoy global, instantánea, y portátil. La llevamos con nosotros, bajo la Nube que cubre el cielo protector que nos separa de la galaxia, con sus sistemas de comunicación satelital activados 365/24. En los últimos treinta años del siglo XX se impusieron los conceptos de Galaxia Gutenberg y de Aldea Global. 
El filósofo canadiense Marshall McLuhan fue el proponente principal de esta nueva dupla conceptual que, combinada, explica tanto las conquistas y como las complicaciones de nuestra vida diaria. Es decir, el binomio “comunicación planetaria” ha cambiado para siempre nuestra manera de pensar, ver y actuar. Nunca antes nuestro horizonte cultural estaba tan marcado por esta revolución de la escala, pues esta, a partir de cierto momento crítico, deriva en otro universo en el que la cifra nos lleva o muestra otra condición, que nos afecta, en grado sumo. proponemos el término de galaxia rural, que no es una redundancia sino una amplificación e intensificación del fenómeno de la comunicación directa, puesto que la globalidad de la galaxia como característica fundante alude aquí al suceso de la comunicación vis a vis, peer to peer, puerta con puerta, vecinal y grupal, y a su portabilidad y accesibilidad; justo lo que la sociedad híper-urbanizada de las megalópolis había eliminado. 
La Galaxia Gutenberg ha dejado de estar localizada físicamente, y ya no es siquiera un archipiélago de planetas, estrellas, islas y compartimentos sociales estancos, visitables gracias a esos puentes y enlaces que podían ser atravesados gracias a las nuevas contraseñas y derechos de portazgo que había impuesto la red.
La nueva profesión del gestor cultural como intermediario social y cultural total, como casi no lo puede ser nadie más, se ha ido consolidando, y, en paralelo, nuevos grados académicos y nuevas maestrías han ido acompañando el desarrollo de esta nueva especialidad. Se puede aventurar que a pesar de la crisis sistémica que desde el mismo 2007 viene afectando a casi todas las economías y sociedades del planeta, en un grado u otro, la tarea del gestor cultural se ha hecho más necesaria que nunca. Es más, la del gestor cultural, en la medida en la que la revolución cultural de la portabilidad de la comunicación global se ha extendido a todos los ámbitos de la vida social, ha sido una de las pocas profesiones que ha podido sortear dicha crisis con relativo éxito personal, y empresarial, aunque sea desde la autogestión más pura y dura. Eso es el contexto de la gestión cultural en la galaxia rural.
Esa capacidad de resiliencia, tiene mucho que ver con el carácter generalista del quehacer del gestor cultural, que, si lo es de veras, se podrá mover entre líneas como nadie, adelantando e intersectando tendencias, nichos de actividad, pensamiento y consumo, sectores sociales de alta, baja y media cultura, y, sobre todo, relacionando personas y agendas, intermediando al servicio de la sociedad en la que vive y cuya cultura impregna algo más que la necesaria satisfacción de nuestras necesidades básicas. Pues, siendo esto último muy importante, lo otro tiene que ver con el vivir como proyecto, como camino hacia algo, o para dejar algo. El gestor cultural es un generalista. Siempre lo fue. Mezcla de cura laico, sociólogo y artista, por supuesto que estará especializado en determinadas facetas de la vida cultural, pues de algo hay que saber en profundidad para luego ser un buen generalista. Pues sabiendo uno de una cosa, es fácil extrapolar procesos para comprender tecnologías, necesidades y desarrollos relativos a otras áreas.
Puede decirse que los dos factores, ambos ya mencionados y sobre los que decimos algo en este video, han reforzado el papel y la necesidad del gestor cultural, como gran hermano generalista y analista de nuestro tiempo, al tiempo que han implosionado dicha profesión hasta confundirla y diluirla en la vida social.

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