En el nº de septiembre
de Revista de Occidente, titulado Ciudades sostenibles, Ciudades
inteligentes, publico un largo
ensayo acerca de eso que yo llamo la "galaxia rural". No voy a hacer un spoiler de Revista, porque hay
que comprarla y apoyar estos núcleos discretos de pensamiento libre, que,
como Claves de Razón Práctica, El Rapto de Europa, Trama & Texturas, El
Ciervo y otros mantienen el viejo hilo de la reflexión en
tensión.
En este texto, en todo
caso, hablo desde la perspectiva de esos mutantes
de Legión, la serie, que ya somos, a punto
de caer en el cipayismo ideológico, nihilistas incapaces
de juzgar, confrontados a la sobreabundancia de datos y a la coexistencia de
mensajes que se autoanulan, ya irremediablemente condenados a repetir y a
aceptar los mensajes dominantes que proceden del mundo de la tecnociencia
y la galaxia rural, un mundo de memes y memos.
En La metamorfosis del
mundo (Paidos, 2017), Ulrich Beck, antes de
morir, advertía contra ese riesgo mundial para el cual ya no hay respuesta
institucional. Así, si los riesgos son globales, las soluciones son podrían ser
locales, puesto que la gente desconfía y desconfiará más de esas lejanas jerarquías
angelicales que manejan las redes y operan por delegación.
Ahí podría entrar la verdadera ciudad inteligente, de ciudadanos
insurrectos y rebelados contra el llamado, por Javier Echeverría, Tercer Entorno, controlado hoy por los
nuevos señores feudales del aire, dueños de la ciudad
informacional GAFAM, -Yuval Harari dixit- acrónimo de Google, Apple,
Facebook, Amazon y Microsoft. Necesitamos una Katniss Everdeen
que nos inspire y ayude generar redes de ciudadanos y ciudades,
independientemente de los Estados y de los Gobiernos Regionales que quieren
reemplazar a esos nuevos estados públicos y privados que nos quieren convertir
en un mercado
de receptores y consumidores. Yo vindico ahí una conversación
inteligente en la ciudad inteligente -la que reclamaba Jorge Wagensberg- y
la posibilidad de espacio de disonancia, o de silencio, paseo furtivo,
incursión en el Vacío, katabasis (descensus ad inferos),
o su contrario, ascensión, transfiguración.
Así,
el termino galaxia rural,
no es una redundancia sino una amplificación e intensificación del fenómeno de
la comunicación directa, puesto que la globalidad de la galaxia como
característica fundante alude aquí al suceso de la comunicación vis a vis,
entre pares, peer to peer (P2P), o puerta con puerta, vecinal y
grupal, y a su portabilidad y accesibilidad; justo lo que la sociedad
híper-urbanizada de las megalópolis ha eliminado.
Pero ello supone liberarnos
de agendas plutocráticas saqueadoras de recursos limitados, como las que
dependen del prejuicio del crecimiento del PIB, que corre en
paralelo al otro prejuicio que nos advierte y amonesta acerca de la población
decreciente en un país. Yo a eso lo llamo un mito de hooliganismo nacionalista,
herencia de las políticas de bloques y ejes. No porque seamos más somos o
seremos mejores, ni porque la prensa agite esas banderas de -«ya somos 47
millones», de qué, me pregunto..., en un país en donde a veces en lugar de
cabeza parece que tenemos un balón de reglamento... Algunas de estas ideas de
renuncia, de autolimitación, han sido hoy recogidas por el Movimiento de la
Lentitud (Slow Life; Slow Food) o el de Decrecimiento
Feliz, ideas impulsadas por Mauricio
Pallante de Serge
Latouche, entre otros.
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© Ivan Giménez – Tusquets Editores |
El
problema es el actual modelo de ciudad que está fallando, ya no integra, sino
que desintegra, tribaliza y convierte partes de la ciudad en
guetos de exclusión social, económica o racial. Bueno, de esto, y de la realidad
virtual matrix que está a la vuelta de la esquina, de las
distopías black mirror
y de la ley del secreto o ápeiron-no trasmisible hablo en
este ensayito para los pocos felices que busquen esa conversación inteligente a
que hacíamos referencia el querido y llorado amigo Jorge Wagensberg.
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