[Leído el 26
de octubre de 2018, Centre del Carme, Valencia, . Texto y fotos,
José Tono Martínez)
Si construir es desafiar a los dioses, en cuanto que ponernos
a cubierto de una estructura humana equivale a hurtarnos de los ojos de Dios y
de todo poder encargado de "vigilar y castigar" (Foucault), escapando de esa vigilancia omnímoda y panóptica, hacer música -que no componerla sino más bien descomponerla- tal y como hace Llorenç Barber,
equivale a consonar la obra humana del oír con la del otro oír de la obra
natural, y aún con la música de las estrellas y los planetas, esa que se
produce en su estelar deambular por el espacio y que nosotros, por ser parte de
ese deambular, no podemos sentir, excepto por intermedio de mediadores y médiums como Llorenç Barber.
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LB en su casa de El Cabanyal de Valencia |
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En el Arreciado, 2016 |
Conocí a Llorenç Barber muy a primeros de los años 80, en el
83, cuando acababa de salir la calle nuestra revista La Luna de Madrid -que luego sería presentada en
Valencia- y en la que Llorenç fue enseguida
invitado a terciar musicalmente en aquellas polémicas y debates de la llamada
posmodernidad, que, con el de la movida, era uno de nuestros leitmotivs. A
partir de ahí, he tenido la suerte de contar, primero, con su amistad, que es
de todo esto lo más importante para mí, y luego con la de Montse y la de sus
hijos, Shiram e Izaj. Más tarde, cuando he podido, nunca he dejado de convocar a Llorenç, en
Santander -con amigos invitados ya idos como Leopoldo María Panero o
José Luis Brea-, en Madrid, claro, en Buenos Aires, donde fuimos capaces de
convocar en Plaza de Mayo más escuchantes que Evita Perón, siendo arzobispo y
prestador de campanas Monseñor Bergoglio, hoy papa, y donde se inició una
secuela que tuvo entretenido a Llorenç varios años en tierras argentinas. En
Tailandia, en la Ciudad de Chiang Mai, en un memorable concierto acompañado de
instrumentos tradicionales, y ya, hace poco, en Mallorca, en Alcúdia, en un
concierto mini, en la iglesia de Sant Jaume.
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Campanario de Alcùdia |
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En mi casa |
De este modo, LB es símbolo y epítome total de fisicidad,
convertida y transmutada en espíritu, en élan
vital, en aire en movimiento, soplo, silbo, estampida, que es precisamente
la esencia del sonido. Uno que nos ha capturado y que nos ha incorporado a sí
mismo, metáfora perfecta del órgano gigante de Rudolph Wurlitzer en el que un
podía meterse adentro, y hacerse aire y movimiento. Y eso permite a LB volver a
su origen, a ese joven que tocaba los viejos órganos de pueblo en pueblo,
elevando su música hacia los cielos del Levante, homenaje al sol que nace.
Coda: En el debate me preguntaron por tres palabras o cuatro palabras que acotan, o circunscriben a LB. Yo mencioné Libertad; Imperturbabilidad o ataraxia; Autenticidad y Disponibilidad. Y también destaqué algo que allí era evidente, notable en la presencia de tanta gente joven que sigue a LB, pues ese es su magisterio, la manera que tiene su obra para permitir que todos volvamos a sentir que lo podemos hacer todo..., como dioses.
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