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| © Ivan Giménez – Tusquets Editores |
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Este es un blog para personas que piensan que la literatura es la verdadera religión de nuestro tiempo y de todos los anteriores, y que con Juan Ramón Jiménez repiten: "Los dioses no tuvieron más sustancia que la que tengo yo".
To the Happy Few: espero que estos comentarios y las otras ideas o divagaciones que siguen en la bitácora presente puedan ser de alguna utilidad a quien quiere seguir o ya está en este oficio o carrera de las letras, ya porque sea muy joven y no tenga a quién acudir, o ya porque no siendo joven de cuerpo sí lo sea de espíritu, y desee o considere que es adecuado, con toda llaneza, combatir de este modo que ofrezco el aburrimiento...
Las reglas de uso que propongo al usuario son simples: que tus comentarios busquen la contundencia de la piedra lanzada y suspendida en el aire, buscando allí afinar la idea.
Deseo también que estos pequeños dardos de este diario personal que aquí inicio sirvan como disparadero de ideas para otros proyectos ajenos destinados a otros espacios.
Por último, los diálogos que se produzcan los consideraré estrictamente privados. Y no es preciso poner punto final a los mismos, pues incluso los ya transitados pueden recrudecerse pasado un tiempo.
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| © Ivan Giménez – Tusquets Editores |
"El caminante del Camino se distingue de otros caminantes por
su bordón de madera, y su primer acto ritual al comenzar a interpretar la
partitura del Camino consiste en recibir su bordón de otro caminante que lo ha
realizado, o en su defecto, hacerse uno. El caminante neófito del ritmo del
camino debe ser su propio lutier, y como aprendiz de laudero debe
buscar la mejor madera que se adapte a su son, sea el fresno, el avellano u
otra cualquiera. Este bordón, cuyo simbolismo externo es muy complejo, es en su
interior la batuta que guía al caminante hacia el camino como ruta de
iniciación musical . Por eso se dice que el bordón canta, pues a modo de
tercer pie y el más sonoro, el bordón ayuda a llevar el ritmo de la música del
camino, la propia y la de otros caminantes.
El bordón simboliza y recoge la tradición del cayado que
distingue al pastor Hermes, tres veces sabio, guía de hombres y mensajero de
los dioses y que permite al peregrino que lo porta transustanciarse en heraldo
de la paz y la palabra. En la tradición antigua, Hermes es el padre de los
Lares, gemelos que custodian las encrucijadas en el camino, y su propia
indumentaria nos remite a la que luego se atribuye a Santiago. Hermes aparece
tocado por sombrero de ala ancha, el pétaso (gr. πέτασος), que en su caso es
alado, y porta una vara larga de olivo, el caduceo (gr. Κηρύκειο) que le ha
entregado Apolo, y que recuerda a la otra vara que regala igualmente Apolo a
Esculapio: este es bordón del caminante. Son todas varas de pastores y
trashumantes. En ambos casos, la serpiente se enrosca alrededor de la vara, dos
en el de Hermes y una en el de Esculapio.
Parafraseando al maestro Marius Schneider, el sonido del
bordón al golpear sobre el terreno que recorre el caminante, y el propio bordón
como notación musical, establecen una analogía con el zumbido de las abejas y
su vibración celestial. En todo caso, el bordón de madera es como una lanzadera
hacia el centro de la tierra, conecta la mano con la naturaleza. Además, sobre
el bordón mismo se pueden hacer muescas de recuerdo con la navaja, y dibujos
que copian los signos de los canteros del camino. Muchas de estas anotaciones
son la partitura del Camino que allí queda signada. Por otra parte, hay una
afinidad natural entre la tierra que se recorre y bate, y el peregrino que la
hace consonar a modo de atabal o caja de resonancia. El tambor, y su sonido, es
un instrumento tradicional para consonar la experiencia primordial de
iniciación y de contacto con la otredad. Los iniciados en el camino percuten
sobre la tierra como si esta fuera en realidad el tambor del mundo, siendo el
bordón la maza o baqueta que bate la piel que cubre el vano que sobre el que el
propio peregrino baila y danza...
En la jerga del camino, el bordón es el único compañero
ruidoso del caminante gracias al cante o ritmo que este marca y bate sobre el
piso; será siempre diferente pero su persuasivo mantra nunca dejará de
ayudarnos en los momentos de agotamiento. Esta alusión al zumbido de abejas
como eco de la música de las estrellas está también recogida en diversas
fuentes antiguas y modernas. También una abeja, al posarse sobre los labios de
Platón, le dio a este el poder de la palabra dulce y cautivadora. Y una abeja
es la que sale de la columna de humo de los viejos reyes ungidos. De este modo,
los iniciados en el camino percuten sobre la tierra como si esta fuera en
realidad el tambor del mundo, siendo el bordón la maza o baqueta que bate la
piel que cubre el vano que sobre el que el propio peregrino baila y danza..., y
ungido y ligero -liberado de su peso- habla excelsamente o en melodía, o calla".