LOS COMENTARIOS

To the Happy Few: espero que estos comentarios y las otras ideas o divagaciones que siguen en la bitácora presente puedan ser de alguna utilidad a quien quiere seguir o ya está en este oficio o carrera de las letras, ya porque sea muy joven y no tenga a quién acudir, o ya porque no siendo joven de cuerpo sí lo sea de espíritu, y desee o considere que es adecuado, con toda llaneza, combatir de este modo que ofrezco el aburrimiento...

Las reglas de uso que propongo al usuario son simples: que tus comentarios busquen la contundencia de la piedra lanzada y suspendida en el aire, buscando allí afinar la idea.

Deseo también que estos pequeños dardos de este diario personal que aquí inicio sirvan como disparadero de ideas para otros proyectos ajenos destinados a otros espacios.

Por último, los diálogos que se produzcan los consideraré estrictamente privados. Y no es preciso poner punto final a los mismos, pues incluso los ya transitados pueden recrudecerse pasado un tiempo.

domingo, 5 de septiembre de 2021

Los felices 80 y la Movida de Madrid

Los felices 80 y la Movida de Madrid
Texto del comisario, José Tono Martínez

A finales de los años 70 y hasta bien entrados los años 80 se produjo una suerte de momento y movimiento creativo vital, cultural, y social de participación popular que cambió las reglas del juego de lo que entonces se entendía como cultura, hasta entonces patrimonializada por élites tradicionales. En el contexto del debate modernidad-posmodernidad, la alta cultura se deja contaminar por la baja, y se hace fluida, híbrida.

La Luna de Madrid

Las músicas modernas, el pop, el rock, el punk, y las otras músicas infrecuentes; el mundo de la historieta, del cómic y de los fanzines callejeros; la moda y las modas en el vestir, diseñadas o inventadas; el diseño de objetos aplicado a todas las artes decorativas; las revistas culturales de nuevo tipo, como Dezine, La Luna de Madrid o Madrid Me Mata y otras, herederas de Nueva Lente; el teatro, la literatura  y el cine, que dejan de ser arte y ensayo vindicativo o experimental, y se hacen tragicomedia celestinesca, pasoliniana,  juglaresca, nuevas narrativas apegadas a la revolución interna de lo cotidiano; el arte, la performance y la fotografía, ésta finalmente aceptada como arte con mayúsculas: todo ello configura ese divertido fresco iconográfico que hoy, sin anuencia de los protagonistas, llamamos Movida. Y que también, sin acuerdo general, se suele constreñir a la década que va entre 1978 y 1988.

De aquellas derivas han pasado unos 40 años, y poco a poco se van haciendo museo. El epicentro de la Movida fue Madrid, por primera vez emancipada del sambenito de ciudad franquista, y por ello su onda fue centrípeta, atrayendo los numerosos electrones libres de otras ciudades, y, al tiempo, expansiva, afectando a toda España. Sin buscarlo, fue así el último movimiento total de carácter nacional, estatal: un estado de ánimo, transitorio, imaginario, pero que ha dejado huella. Lo llamamos hoy feliz, porque fue muy libre, muy libertario, muy pegado a las calles recuperadas como si estas fueron los dedos del cuerpo de una ciudad. Si bien es cierto que el fantasma del sida acechaba a la vuelta de la esquina.

Hace muchos años escribí una frase que hizo fortuna: «Si viviste los 80 y te acuerdas es que no los viviste». En este sentido, la década de la Movida supone un canto optimista y presentista, un cuestionamiento del principio de autoridad, por la juventud de los actores que se abren paso y hacen del principio del placer y la autonomía personal un mandato ético y estético. Así, es la primera generación que, por ejemplo, incorpora una estética gay o de género diluido, y que no teoriza la diferencia, sino que la practica, despreciando todo esencialismo. El contexto de la década es el de una carencia de medios endémica y el de una ruina generalizada. Pero la ausencia de un estado protector y rico se superará con ingenio, improvisación y espontaneísmo. Pues la Movida no fue dirigida ni dirigista. Fue grupal, local y ciudadana, con acciones que se hacían y deshacían de la noche al día, y que buscaba la “actualidad como capacidad del actuar”, como escribió Pedro Almodóvar por la boca de su personaje Patty Diphusa, en las páginas de La Luna de Madrid.

Madrid me mata (Cigarro) 1982
(C) Juan Ramón Yuste
El murmullo de la década fue musical, pero en esta muestra nos centramos en el arte, esencial a la hora de revisar un periodo estéticamente túrmix, mezcla posmoderna de genealogías diversas donde hacen crush la Nueva Figuración Madrileña, la Transvanguardia italiana, y el Neoexpresionismo de los jóvenes salvajes alemanes, junto con provocaciones muy personales, que nos podrían hacer pensar en los Nouveaux Réalistes franceses. El mundo del grafiti, la ilustración, la historieta, las líneas claras y chungas contaminan felizmente los nuevos medios. Y en un tiempo de desplazamientos y auras frías, como diría José Luis Brea, la fotografía creativa, intervenida, deja de ser comentario para ocupar un lugar central en el tablero que no ha dejado hasta hoy.

Dos precisiones finales. Como siempre sucede en todo corte o antología, ceñidos por un límite de espacio, se hace preciso decir que no están todos los que son. Al tiempo, me parece interesante señalar que una gran parte de la obra seleccionada, al proceder de colecciones particulares, apenas ha sido vista por el público, lo que espero suponga un aliciente a la hora de degustar esta exposición.