LOS COMENTARIOS

To the Happy Few: espero que estos comentarios y las otras ideas o divagaciones que siguen en la bitácora presente puedan ser de alguna utilidad a quien quiere seguir o ya está en este oficio o carrera de las letras, ya porque sea muy joven y no tenga a quién acudir, o ya porque no siendo joven de cuerpo sí lo sea de espíritu, y desee o considere que es adecuado, con toda llaneza, combatir de este modo que ofrezco el aburrimiento...

Las reglas de uso que propongo al usuario son simples: que tus comentarios busquen la contundencia de la piedra lanzada y suspendida en el aire, buscando allí afinar la idea.

Deseo también que estos pequeños dardos de este diario personal que aquí inicio sirvan como disparadero de ideas para otros proyectos ajenos destinados a otros espacios.

Por último, los diálogos que se produzcan los consideraré estrictamente privados. Y no es preciso poner punto final a los mismos, pues incluso los ya transitados pueden recrudecerse pasado un tiempo.

domingo, 6 de octubre de 2019

El viejo mago


Este pequeño relato que sigue es un homenaje a Juan Tamariz, y a Ramón Mayrata. Las imágenes proceden del curso El Arte de la Creación, que dirigí en la UIMP en La Magdalena, invitado por el gran Curri, Santiago Roldán. Invité a Tamariz gracias a Mayrata. La segunda foto es misteriosa. Porque la mancha de nubes que rodean al mago sólo se reveló en el cliché, como pude comprobar entonces. Pues en la realidad no hubo tal, y en la sala no estaba permitido fumar. El texto fue publicado en Una Fatal pérdida de tiempo. Allí imagino a un futuro mago, que por suerte, en nuestro amigo, no se dado.

"Vuelve al teatro de provincias el prestidigitador sabio que en su juventud cargaba el peso de la magia en su velocidad y en su fuerza, embriagando al público con una vorágine de cambios, saltos y movimientos atrevidos, como si de un caleidoscopio en el que hubiéramos introducido figuras humanas, en lugar de trocitos de papel coloreado, se tratara. Ahora, en la vejez inminente y ominosa que todo lo dispersa, el viejo mago hace lo mismo que hiciera,  ilusionando al espectador ya no con bruscas maniobras y alardes veloces, sino con la voz, distrayendo y confundiendo a su audiencia con relatos extraños pero ciertamente vividos. Y mientras habla de sus viajes por el mundo, con los dedos de las manos –único recurso, pero mejorado en la experiencia de los años, que le ha quedado de su juventud- extrae de un libro simulado el naipe que hacía un momento había guardado en una pequeña arqueta la dama que se había ofrecido voluntariamente a oficiar de acólito imparcial en representación de los asistentes. Y el público aplaude enfervorizado, y el prestidigitador se ruboriza al ver agitarse de nuevo tantas palmas en su honor, como las palomas y los pañuelos infinitos que en otro tiempo escondía en su manga y en su chaleco impoluto. Y esto es así porque ignora que se ha equivocado.
Juan Tamarit, UIMP, 1985
              Porque no ha reparado en que su público ha envejecido tanto como él, que en realidad se trata del mismo público fiel que asistía a sus representaciones juveniles, primerizas, y que nunca ha dejado de venir a verle cada vez que sus turnés artísticas -de año en año mucho más distanciadas- le han traído de nuevo a la pequeña ciudad de provincias donde comenzó. Porque él no sabe que los públicos de ahora ignoran y desdeñan estos espectáculos -demasiado personales, delicados, incapaces de divertirse y entregarse a la magia sencilla y absoluta de un solitario en la escena-. Pero de evitarle esta pena se encargan aquellos que con él en un tiempo fueron niños y jóvenes, cuando él era ya figura,  y que de este modo -al revivir un instante todo aquello que les apasionó- recuperan con las ilusiones fingidas de sus manos las otras tersas y dulces que entonces tuvieron. Y para que él no se dé cuenta que sólo asisten viejos a sus veladas, tácitamente, se ponen de acuerdo para invitar a sus hijos, a sus sobrinos, a vecinos a los que nunca se dirigen, e incluso algunos, que no tienen en su desmedida soledad ni a unos ni a otros, se tiñen el cabello y se tocan con lentes oscuras y modernas, y con pantalones de tela vaquera, para ocultar sus años al menos por un día, precisamente con esos aditamentos y esas prendas que tanto les repugna. Y el prestidigitador nada sabe de todo esto. Y de repente se fija en la tercera fila y se alegra porque también los roqueros van a su fiesta sin saber que ese caballero de pelo verde y azul es, en realidad, el Presidente del Colegio de Notarios, ya jubilado, y vuelto al terruño.
              Y comienza la fiesta, y se entrega a su magia sin reparar, es claro, que este público conoce casi todas sus argucias, casi todos sus chistes y bromas porque los han escuchado -la última vez hace tres años-  y quieren, por eso mismo, que sea justo de ese modo, y esperan con ansiedad el comentario jocoso acerca de una señora obesa que se creía embarazada y que viene inmediatamente después de un truco en el que una faja inmensa de color blanco y azul, que él acababa de cortar en pedacitos en el borde mismo del escenario, aparece puesta bajo el traje de noche oscuro de una señora del público situada en la mitad del teatro, la misma señora empelucada y de aires distinguidos de siempre -un mucho más ajada- ahora que abandona renqueante la sala, indignada y con ademanes de protesta entre los aplausos frenéticos de los asistentes, entre otras cosas porque tiene que regresar a bambalinas, para ayudar en otro acto.
              Y tampoco sabe el prestidigitador que la mayor parte de las sorpresas que jalonan su función fracasan. Que algunas de las monedas que introdujo a quince metros de distancia en la caja de madera que custodiaba un espectador del patio de butacas, en realidad, no han superado el invisible e imposible lanzamiento y, o han caído silenciosamente sobre la moqueta, o, simplemente han encontrado otro destino, tal vez en otra dimensión. Y el espectador, asustado, porque cree que cuando se acerque el mago para recoger la caja y exhibirla triunfante –y en el interim para colocar distraídamente las monedas que faltan y que él tiene escamoteadas en el fieltro de su manga-, no va a poder hacerlo, por su evidente temblor, introduce por su cuenta más monedas que las siete lanzadas, algunas de las cuales todo el mundo ha visto caer, disimulando el faux pas con exagerados ¡oooooh!, y de nuevo enfervorecidos aplausos.
Juan Tamarit, UIMP, La Magdalena, Curso El Arte de la Magia, 1985
Y sucede que el anciano mago, prevenido, a pesar de haber perdido por el camino tantas monedas, resulta que lleva consigo muchísimas más y no tiene ningún problema para reponer hábilmente en la caja, una vez recuperada, el resto de las monedas que él calcula que faltan. Y cuando otro miembro del público, imparcial, conocido y respetado examina la caja y contabiliza hasta catorce monedas, entre el fingido asombro, los codazos de complicidad y el regocijo de los concurrentes, la sorpresa del prestidigitador es mayúscula pues ignora cómo han podido llegar hasta allí tantas monedas siendo, el doble de las siete escamoteadas. Y así, él termina por ser, de esta guisa invertida, el único sorprendido y admirado de todo el pequeño teatro.
              Y es que, en la vida, y especialmente en la vida del teatro, los papeles se cambian súbitamente y así aquí resultaba que era el propio público el que venía a hacer los trucos ante un solo espectador: el mismo mago, que de este modo veía restituidas y engrandecidas todas aquellas gracias y ardides que él en otro tiempo había inventado y ofrecido. Y las veía aumentadas e incomprensibles porque en la elementalidad y en la simpleza que la ancianidad le había traído no podía, ni de lejos, comprender el cúmulo de misterios que ahora rodeaba sus actuaciones. Un cúmulo que ya lo desbordaba y del que intuitivamente se alejaba cada vez más. La función proseguía. Y el mago, atribulado y nervioso, porque en un descuido de su cintura agarrotada había perdido el naipe que había extraído del fondo trucado de una mesa, coge al azar otra carta de la baraja -una sota de copas-, y se la muestra a la impecable señora, en la seguridad, ahora sí, de que ésta no la podrá reconocer y de que todo el truco se va a ir al carajo. Y ,de repente, ¡oh sorpresa! ve que la dama, que recuerda perfectamente que la carta que ella escondió era el as de oros, dice que sí, que el mago ha acertado y que ese era el naipe por ella escogido: una sota de copas. Y el patio de butacas, que se barrunta lo sucedido, se viene abajo de aplausos ante la incredulidad y la mueca cariacontecida que paraliza al prestidigitador, alelado en el centro de la platea con un naipe en la mano, sin poder todavía entender qué es lo que ha ocurrido; cómo es posible que los gritos de ¡fuera, fuera!, y los silbidos y los pateos, o los murmullos y el silencio, que él por fin aguardaba se han trocado -como en una alquimia humana- en bravos y olés y felicitaciones desmedidas.
Y es que la dama, ahora regado su rostro desde los lagrimales, nunca se hubiera atrevido a defraudar a su viejo mago confesando la verdad, a ese mago maravilloso de su infancia, el primer ser -y tal vez el único en su vida- que la enseño a reír, a soñar, a dudar, aquellas tardes tranquilas en las que el sol refulgía entre las tejavanas que coronaban las terrazas y en el corpiño hilado de los trajes recién estrenados para la ocasión. Todo un regazo cariñoso y familiar, mientras de la mano de su madre caminaba, junto a la pobre abuela -casi el mejor recuerdo que conserva de ella cuando después de la función iban a merendar rosquillas de anís y manzanilla, y la abuela lloraba, recordando a su marido fusilado-. Y hacia allá iban, hacia el teatro multicolor donde la esperaba el entonces apuesto y gentil mago, el mismo mago de sus sueños que ahora ella tiene delante, a unos pasos, atontado con un naipe en la mano, y al que ella quisiera besar, halagar, regresándole al menos una mínima parte de toda la dicha y la ilusión que de él recibió en aquel entonces, hace ya más de sesenta años. En rigor, la única dicha y la única ilusión perfecta que supuso su entrega íntima a lo largo de su vida, la única felicidad que permaneció fiel en su recuerdo, ampliada y deformada incluso a medida que fue recogiendo los desastres que conformaron su existencia, el único retrato indeleble que se opuso con terquedad al articularse objetivo y desmedido -según ella- de las constelaciones y las configuraciones que se empeñaron en castigarla".


miércoles, 18 de septiembre de 2019

Memes y memos. La ciudad inteligente en la "galaxia rural"

En el nº de septiembre de Revista de Occidente, titulado Ciudades sostenibles, Ciudades inteligentespublico un largo ensayo acerca de eso que yo llamo la "galaxia rural". No voy a hacer un spoiler de Revista, porque hay que comprarla y apoyar estos núcleos discretos de pensamiento libre, que, como Claves de Razón PrácticaEl Rapto de Europa, Trama & TexturasEl Ciervo y otros mantienen el viejo hilo de la reflexión en tensión.
En este texto, en todo caso, hablo desde la perspectiva de esos mutantes de Legión, la serie, que ya somos, a punto de  caer en el cipayismo ideológico, nihilistas incapaces de juzgar, confrontados a la sobreabundancia de datos y a la coexistencia de mensajes que se autoanulan, ya irremediablemente condenados a repetir y a aceptar los mensajes dominantes que proceden del mundo de la tecnociencia y la galaxia rural, un mundo de memes y memos.

En La metamorfosis del mundo (Paidos, 2017), Ulrich Beck, antes de morir, advertía contra ese riesgo mundial para el cual ya no hay respuesta institucional. Así, si los riesgos son globales, las soluciones son podrían ser locales, puesto que la gente desconfía y desconfiará más de esas lejanas jerarquías angelicales que manejan las redes y operan por delegación.
Ahí podría entrar la verdadera ciudad inteligente, de ciudadanos insurrectos y rebelados contra  el llamado, por Javier Echeverría, Tercer Entorno, controlado hoy por los nuevos señores feudales del aire, dueños de la ciudad informacional GAFAM, -Yuval Harari dixit- acrónimo de Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft. Necesitamos una Katniss Everdeen que nos inspire y ayude generar redes de ciudadanos y ciudades, independientemente de los Estados y de los Gobiernos Regionales que quieren reemplazar a esos nuevos estados públicos y privados que nos quieren convertir en un mercado de receptores y consumidores. Yo vindico ahí una conversación inteligente en la ciudad inteligente -la que reclamaba Jorge Wagensberg- y la posibilidad de espacio de disonancia, o de silencio, paseo furtivo, incursión en el Vacío, katabasis (descensus ad inferos), o su contrario, ascensión, transfiguración.
Así, el termino galaxia rural, no es una redundancia sino una amplificación e intensificación del fenómeno de la comunicación directa, puesto que la globalidad de la galaxia como característica fundante alude aquí al suceso de la comunicación vis a vis, entre pares, peer to peer (P2P), o puerta con puerta, vecinal y grupal, y a su portabilidad y accesibilidad; justo lo que la sociedad híper-urbanizada de las megalópolis ha eliminado.

Pero ello supone liberarnos de agendas plutocráticas saqueadoras de recursos limitados, como las que dependen del prejuicio del crecimiento del PIB, que corre en paralelo al otro prejuicio que nos advierte y amonesta acerca de la población decreciente en un país. Yo a eso lo llamo un mito de hooliganismo nacionalista, herencia de las políticas de bloques y ejes. No porque seamos más somos o seremos mejores, ni porque la prensa agite esas banderas de -«ya somos 47 millones», de qué, me pregunto..., en un país en donde a veces en lugar de cabeza parece que tenemos un balón de reglamento... Algunas de estas ideas de renuncia, de autolimitación, han sido hoy recogidas por el Movimiento de la Lentitud (Slow LifeSlow Food) o el de Decrecimiento Feliz, ideas impulsadas por Mauricio Pallante de Serge Latouche, entre otros.
 © Ivan Giménez – Tusquets Editores
            El problema es el actual modelo de ciudad que está fallando, ya no integra, sino que desintegra, tribaliza y convierte partes de la ciudad en guetos de exclusión social, económica o racial. Bueno, de esto, y de la realidad virtual matrix que está a la vuelta de la esquina, de las distopías black mirror y de la ley del secretoápeiron-no trasmisible hablo en este ensayito para los pocos felices que busquen esa conversación inteligente a que hacíamos referencia el querido y llorado amigo Jorge Wagensberg. 



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viernes, 13 de septiembre de 2019

Simbolismo del bordón del peregrino



"El caminante del Camino se distingue de otros caminantes por su bordón de madera, y su primer acto ritual al comenzar a interpretar la partitura del Camino consiste en recibir su bordón de otro caminante que lo ha realizado, o en su defecto, hacerse uno. El caminante neófito del ritmo del camino debe ser su propio lutier, y como aprendiz de laudero debe buscar la mejor madera que se adapte a su son, sea el fresno, el avellano u otra cualquiera. Este bordón, cuyo simbolismo externo es muy complejo, es en su interior la batuta que guía al caminante hacia el camino como ruta de iniciación musical . Por eso se dice que el bordón canta, pues a modo de tercer pie y el más sonoro, el bordón ayuda a llevar el ritmo de la música del camino, la propia y la de otros caminantes.
Al bordón o báculo de andar del caminante lo he llamado muchas cosas en distintos sitios: pértiga de atleta, batuta del camino, pregonero de la marcha, serpiente tuneada. El bordón es tan alto como lo es uno, y según la costumbre antigua. como dije, debe ser fruto de obsequio, intercambio o esfuerzo: es un don, y como tal no puede comprarse. O lo conquistas, o te lo regalan o te lo haces. El bordón es también el tercer pie del viajero; la trinidad hecha camino. En caso de pérdida o de internamiento en bosque cerrado, el bordón será el primer guía que irá despejando el camino de maleza. Es el único pasaporte del extranjero de todas las tierras.

El bordón simboliza y recoge la tradición del cayado que distingue al pastor Hermes, tres veces sabio, guía de hombres y mensajero de los dioses y que permite al peregrino que lo porta transustanciarse en heraldo de la paz y la palabra. En la tradición antigua, Hermes es el padre de los Lares, gemelos que custodian las encrucijadas en el camino, y su propia indumentaria nos remite a la que luego se atribuye a Santiago. Hermes aparece tocado por sombrero de ala ancha, el pétaso (gr. πέτασος), que en su caso es alado, y porta una vara larga de olivo, el caduceo (gr. Κηρύκειο) que le ha entregado Apolo, y que recuerda a la otra vara que regala igualmente Apolo a Esculapio: este es bordón del caminante. Son todas varas de pastores y trashumantes. En ambos casos, la serpiente se enrosca alrededor de la vara, dos en el de Hermes y una en el de Esculapio.

Parafraseando al maestro Marius Schneider, el sonido del bordón al golpear sobre el terreno que recorre el caminante, y el propio bordón como notación musical, establecen una analogía con el zumbido de las abejas y su vibración celestial. En todo caso, el bordón de madera es como una lanzadera hacia el centro de la tierra, conecta la mano con la naturaleza. Además, sobre el bordón mismo se pueden hacer muescas de recuerdo con la navaja, y dibujos que copian los signos de los canteros del camino. Muchas de estas anotaciones son la partitura del Camino que allí queda signada. Por otra parte, hay una afinidad natural entre la tierra que se recorre y bate, y el peregrino que la hace consonar a modo de atabal o caja de resonancia. El tambor, y su sonido, es un instrumento tradicional para consonar la experiencia primordial de iniciación y de contacto con la otredad. Los iniciados en el camino percuten sobre la tierra como si esta fuera en realidad el tambor del mundo, siendo el bordón la maza o baqueta que bate la piel que cubre el vano que sobre el que el propio peregrino baila y danza...
En la jerga del camino, el bordón es el único compañero ruidoso del caminante gracias al cante o ritmo que este marca y bate sobre el piso; será siempre diferente pero su persuasivo mantra nunca dejará de ayudarnos en los momentos de agotamiento. Esta alusión al zumbido de abejas como eco de la música de las estrellas está también recogida en diversas fuentes antiguas y modernas. También una abeja, al posarse sobre los labios de Platón, le dio a este el poder de la palabra dulce y cautivadora. Y una abeja es la que sale de la columna de humo de los viejos reyes ungidos. De este modo, los iniciados en el camino percuten sobre la tierra como si esta fuera en realidad el tambor del mundo, siendo el bordón la maza o baqueta que bate la piel que cubre el vano que sobre el que el propio peregrino baila y danza..., y ungido y ligero -liberado de su peso- habla excelsamente o en melodía, o calla".

© Extractos de Hijos del Trueno. Mitos y símbolos en el Camino de Santiago. Prólogo de Carlos García Gual. Madrid: Eds. Evohé. 2017.

  


jueves, 22 de agosto de 2019

Escribir es desaparecer como el ánfora rota


Un escritor, forzado a un extremo, esto es, asumida su condición liminar, debe mostrar lo que es prisionero en una celda, con un lápiz y unas cuartillas. Por lo menos debe mostrárselo a sí mismo. Porque hay algunos necesitados de tal cúmulo de circunstancias, una hora especial, el color del papel o de la tinta, una ciudad, un escenario, una luz azul en una esquina estratégica, un rock duro o un blues a un volumen preciso, el estar ligero de estómago o el haber bebido un coñac, y así un largo etcétera, y al final, lo que es más grave, un algo que decir que nunca llega, porque no se ha cumplido una última circunstancia o porque, cuando al fin se han cumplido todas, resulta que ha pasado la hora de escribir o que ha llegado un oportuno visitante que escuchará nuestra cuita, o un dolor de cabeza que nos exime de seguir trabajando.
Luego, damos otro tipo de individuos que les gusta decirse escritores como el que dice: “me encanta la jardinería”. Y son los que nos cuentan que todavía esperan unos años más para sacar a la luz esa gran novela,  - una novela total -, nos responden cuando preguntamos por la trama, una novela que vendrá a destruir o a cimentar toda la narrativa existente. Y añaden con toda seriedad que para escribir algo interesante hay que tener cuarenta, cincuenta o sesenta años, dependiendo esta cifra de la edad que ellos tengan y de lo que crean que ha de tardar la inspiración que les haga culminar tal obra total.
Me quedo con Roberto Usigli, y con él recordamos a aquel hombre que en una esquina esperaba su talento. Pero lo malo es que no pasaba por aquella esquina. Anotó Usigli en su Diario: “Es cierto que si esperamos la palabra original corremos el peligro de encontrar después de muchos años que no pasa por esta esquina. La única manera de no pasar de moda es no estar a la moda. Escribir es desaparecer como el ánfora rota”. Y es que con algunas personas es necesario averiguar el límite que separa la pose, el afeite, lo esnob, de la piel propiamente dicha, para descubrir, desilusionados, lo poco que queda de esa persona separada de aquella suerte de efímeros disfraces. Y este no es un discurso contra lo sofisticado sino contra lo falso, contra aquellos sujetos carentes de franqueza propia y ajena. Porque lo decisivo no son esas innumerables cosas, figuras, palabras que nos rodean, siempre cambiantes, sino aquellas que asumimos, aquellas que incorporamos a nuestro ser, que elegimos como nuestras desechando las otras que no nos convienen.

(De El Cuaderno de Egipto, 1986)

sábado, 17 de agosto de 2019

Floc, el perro de los Gallimard, tercera y olvidada víctima en la muerte de Albert Camus

Con motivo del 60 aniversario en 2017 de la concesión del Premio Nobel de Literatura al escritor Albert Camus, llevamos dos o tres años evocando, con numerosos artículos y ensayos, su muerte, producida a los 47 años tras el fatal accidente de automóvil del 4 de enero de 1960, en Sens, cerca de Villeblevin, en la Borgoña francesa, a unos 100 kilómetros al sur de París. A bordo y al volante del vehículo siniestrado iba Michel Gallimard, director de colección La Pléiade; de copiloto iba el todavía reciente Premio Nobel del 57, Camus; y en los asientos traseros viajaban otros dos miembros de la familia Gallimard: Janine, esposa del editor y sobrina de Gaston Gallimard, el dueño de la editorial, y Anne, la hija de ambos, Anushka para Camus. Pero en el auto había otro ocupante, que aquí nos interesa mucho, olvidado por las crónicas literarias y mundanas.
Floc, el perro de los Gallimard
Los cinco ocupantes viajaban en un exclusivo modelo Facel-Vega Excellence, vehículo de lujo de cuatro puertas, de más de cinco metros de largo y con motor de ocho cilindros Chrysler, del cual solo se harían poco más de 150 vehículos, dado su alto precio. Se trataba de una auténtica berlina de la época, que debía impresionar por las carreteras regionales de Francia. Aquel día de enero, en el que regresaban de las vacaciones de Navidad que habían pasado en la Provenza, en la casa que había adquirido Camus, debía viajar con ellos el poeta René Char, que al final decidió regresar en tren. Dicen que su envergadura le salvó, ya que, al ser tal alto, era difícil su acomodo junto al resto de la partida de amigos. También regresaban en tren los dos hijos de Camus y su mujer.
Albert Camus
Albert Camus © THE NOBEL PRIZE FOUNDATION. WWW.NOBELPRIZE.ORG
La violencia del choque fue brutal y el Facel-Vega quedó fragmentado en tres grandes cuerpos de carrocería abollada. Janine sobrevivió y también la hija, la joven Anne, pese a haber sido lanzada a más de 20 metros del coche. Camus muere en el acto, estampado contra el parabrisas, y Michel muere en el hospital, a los cinco días del accidente.
Pero casi nadie menciona a la quinta víctima, que tal vez viajaba en los brazos de Anushka, o junto al escritor. En su biografía canónica, firmada por Olivier Todd con el título de Albert Camus, una vida, y publicada en España por Tusquets en 1996, apenas se menciona al perro en una sola y triste línea, para decir, enigmáticamente, que Floc "desapareció, y su cuerpo nunca fue recuperado". Tal vez la última caricia de Albert Camus, o el último lengüetazo sobre la mano del literato, fuera de Floc, sepultado también por la historia, hasta hoy, que publicamos una foto suya por primera vez en el mundo.
Esta investigación, que hoy concluye en El Caballo de Nietzsche mostrando la primicia de su retrato, se inició hace más de un año, cuando recibí el encargo de la revista Claves de Razón Práctica para realizar una semblanza de la muerte de Camus. Mi proyecto consistía en centrarme, también, en El primer hombre, la novela cuasi biográfica que el escritor francés pied-noir de origen argelino dejó inacabada al morir, y que fue rescatada en un maletín oscuro del amasijo de hierros en los que quedó convertido el potente haiga. En España fue publicada en 1996. Y ahí es cuando reapareció el perro de los Gallimard.
El caso es que la tercera víctima mortal del accidente, Floc, el adorado perro de la familia de los editores, literalmente, voló de escena, como si hubiera sido abducido por el espíritu del escritor... Así, de manera sorprendente, no quedó rastro del pobre animal. La televisión francesa rodó imágenes aquella mañana, donde puede observarse la brutalidad del accidente, así como la búsqueda detenida de la gendarmería francesa revisando palmo por palmo los alrededores de la escena. Recordemos que Camus era entonces una celebridad, amigo del escritor y ministro de Cultura André Malraux, en el Gobierno del Mariscal De Gaulle, y que estaban a punto de nombrarlo director de un gran teatro nacional francés. Hoy estas imágenes están accesibles en los archivos de la INA-FR y pueden visitarse en el enlace al Institut National de l'Audiovisuel (Ina).
El enigma de la desaparición de Floc hasta hoy no ha podido ser resuelto. Sin embargo, al menos la realidad de Floc, su rostro, debía intentar ser recuperado. Y ello ha sido posible gracias al departamento de documentación histórica de la Editorial Gallimard, y a M. Eric Legendre, quien, en contacto con la familia, nos ha facilitado para El caballo de Nietzsche una fotografía del álbum particular donde aparece Floc, siendo esta la primera vez que se pone rostro al quinto ocupante del terrible accidente. Así, sabemos ahora que Floc era un skye terrier negro de pelo largo, una rara raza escocesa de pequeño tamaño.
Pero el misterio sigue ahí y me temo que, salvo que aparezca algún nuevo dato, en ese punto seguirá. Solo se pueden formular conjeturas. ¿Acaso Floc, asustado hasta la histeria, salió de estampida del escenario de aquel espantoso accidente y luego ya no quiso o no supo regresar? Parece inverosímil pensar que el impacto no lo hubiera dejado conmocionado o malherido, pero ahí mismo. Es posible inferir que, con la cabeza perdida, Floc hubiera comenzado a deambular entre los profundos surcos de los campos de cebada recién arados -esto lo sabemos por las fotos de la escena- aquella fría mañana de enero, hasta quedar perdido del todo, o tal vez acogido en alguna casa de aldeanos, ignorantes estos del peculiar origen de aquel precioso can. Solo unos meses antes, Camus había comentado que la muerte en un accidente de automóvil era la más "escandalosa" de cuantas se podían esperar.
Albert Camus perdió la vida en un Facel Vega Excellence
Albert Camus perdió la vida en un Facel-Vega Excellence
Una hipótesis más descabellada, pero que circuló por la época, culpaba al KGB de haber provocado el accidente en aquel tramo recto de carretera, habida la enemistad de Camus hacia la entonces Unión Soviética en temas de derechos humanos y las agrias polémicas de este con Jean-Paul Sartre. ¿Recogieron los rusos el cadáver de Floc, a modo de trofeo, junto con otros documentos, y se lo llevaron a Moscú? No parece plausible, pero sucesos más disparatados escribió Ian Fleming, ex oficial de inteligencia británico, cuando creó a su personaje James Bond, sucesos que al parecer tenían una base de verdad. Porque los espías de la época dorada de la Guerra Fría disfrutaban compitiendo entre sí, se aburrían como ostras entre acción y acción, eran unos fetichistas y estaban bastante de la olla. Llevarse a Floc a Moscú, a la tierra de la heroínacosmonauta Laika, hubiera sido el remate perfecto a su audaz acción.

Epílogo: Floc y Laika en Moscú

La inteligencia, la fidelidad y la bondad de los perros solo puede ser comprendida a carta cabal por aquellos que hemos tenido -y tenemos- la suerte de convivir con estos verdaderos seres inteligentes y sintientes. Rescatar la imagen y la memoria de Floc, el ilustre perro de los Gallimard -y de Camus- es un acto de justicia hacia otros canes. Sé de lo que hablo. Yo tuve la suerte de vivir con Gora, que en euskera significa viva, durante más de 18 años. Toda mi infancia, desde que cumpliera yo cinco o seis años hasta que el pobre Gora murió, está marcada por su presencia. A los 20 años puedo decir que había yo dormido más noches con perros que con personas. Esto hoy ha cambiado, sin duda. Pero no sé si he salido ganando.
En fin, Floc ha sido recuperado para el paraíso de los perros célebres en la historia, paraíso noble donde está Argos, el perro de Ulises, y que es el único que reconoce al héroe, a la entrada de su palacio, tal y como lo narra Homero en el canto XVII de La Odisea. Y allí, a punto de morir, tras veinte años de espera, yace recostado el pobre bicho, "lleno de sabandijas", sin que nadie lo cuide. Argos, emocionado al ver y reconocer a su viejo amo, apenas puede levantarse, pero mueve un poco la cola, dejando caer las orejas, para luego expirar, pues, con seguridad, el sueño perruno de ver a Ulises volver de Troya se ha cumplido y Argos ya puede morir en paz. E ir al cielo de los perros, porque los perros también tienen cielo. Y son inmortales, tal y como yo le explico a mi fiel Lissie, mi perra de ahora.
Pues bien, en ese cielo perruno ahora está Floc, junto a Melampo, el perro que curaba las bubas y llagas del futuro santo Roque de Montpellier, cuando esta parte del Rosellón era Provenza aragonesa, en el siglo XIV. Y el que le llevaba cada día un trozo de pan que robaba de la cocina de su casa. Y allí, junto a Floc, también está Laika, la astronauta que el 3 de noviembre de 1957 a bordo del Sputnik 2 subió al espacio para dar varias vueltas alrededor del mundo. Al parecer, la pobre Laika había sido capturada de la calles de Moscú, entre otras cosas porque los científicos consideraron que solo una perra callejera, superviviente del frío invierno moscovita, sería capaz de soportar las duras condiciones que implicaba el primer ascenso al espacio de un ser vivo.
'Laika. La perrita sideral', de Mercedes Martínez Santos con ilustraciones de Manuel Cuesta, fue publicado en 1957 en Madrid por Imprenta Pueyo
'Laika, la perrita sideral', un cuento escrito por Mercedes Martínez Santos e ilustrado por Manuel Cuesta, fue publicado en 1957 en Madrid por Imprenta Pueyo
Los rusos alardearon de aquella hazaña. Se trataba del primer ser vivo que alcanzaba el espacio exterior. Y durante semanas dijeron que Laika había sobrevivido hasta que no tuvieron más remedio que reconocer su muerte. Un informe de hace pocos años reconocía que Laika apenas aguantó algo más de seis horas en el espacio, a más de 40 grados, y que murió de un fallo cardiaco. Aquel mismo año, en España, Laika se hizo tan famosa que incluso se publicaron cuentos y viñetas celebrando su imaginaria aventura espacial. ¿Está en el cielo también -junto a Floc, Laika, Gora y Melampo-, Milú (Milou), el perro soñado por Hergé y que acompaña al joven periodista de Le Petit Vingtieme, Tintín, en sus aventuras por el mundo? Quién nos puede decir que no están todos en el ciberespacio, o en otra dimensión... (Art. publicado en El diario.es y en versión larga de ensayo en Claves de Razón Práctica, nº de verano 2019)
Laika fue capturada en las calles de Moscú y lanzada al espacio en la nave Sputnik 2, donde murió en pocas horas
Laika fue capturada en las calles de Moscú y lanzada al espacio en la nave Sputnik 2, donde murió en pocas horas

miércoles, 19 de junio de 2019

Leila Alaoui en Madrid

Durante todo el verano en Casa Árabe de Madrid, y más tarde en Sevilla y en Córdoba,  y con el apoyo de la Fundación Leila Alaoui de Marrakech, el Museo Yves Saint Laurent de esa ciudad, en el marco de PHotoESPAÑA 2019, y el apoyo de la propia Casa Árabe y la Embajada de Marruecos, presento a través de mi plataforma Hélicon Axis la obra de Leila Alaoui, y su serie de 30 grandes retratos Los Marroquíes, comisariada por Guillaume de Sardes.
Ait Hani. 2014. Serie Los marroquíes.  Leila Alaoui. ©Fundación Leila Alaoui
Leila Alaoui (1982-2016) fue la artista marroquí más internacional de los últimos 10 años. Nació en Paris de madre francesa y de padre marroquí en 1982, y falleció a los 33 años, a resultas de un atentado yihadista en Uagadugú, en Burkina Faso el 18 de enero de 2016, cuando colaboraba en un reportaje para Amnistía Internacional sobre la situación de la mujer, titulado "Mi cuerpo, mis derechos". Leila se educó en Marrakech. Siempre quiso ser fotoperiodista. Estudio antropología y fotografía en la City University of New York y de alguna manera se sintió inspirada por la obra de fotógrafos como Richard Avedon, cercanía que puede verse en la serie de Avedon del Oeste Americano, aquí en enlace y en la intención de recorrer un país y reflejar su identidad, machacada, de Robert Frank en su serie Los Americanos. Sus imágenes pictóricas, por otra parte nos recuerdan a los grandes artistas barrocos del siglo XVII o a renacentistas como Jan Van Eyck, s. XV, el último de los góticos.

Leila parte de estas referencias para explorar la construcción de la identidad en su país, la diversidad cultural y las migraciones en la región mediterránea, que era uno de los temas en los estaba trabajando antes de ser asesinada. En general, utilizó la fotografía y el video arte para expresar las realidades sociales a través de un lenguaje visual que se encuentra en los límites del documental y las artes visuales. El suyo es un proyecto ético, que homenajea también a Edward Said, como nuestro propio, 
Foro Observatorio Tánger Tarifa. El compromiso humanitario de Leila Alaoui incluía, entre otras cosas, trabajos fotográficos para conocidas ONG como el Consejo Danés para los Refugiados, Search for Common Ground y ACNUR.

Después de trabajar en fotografía y cine, Alaoui regresó a Marruecos en 2008 cuando recibió una beca de la Unión Europea para un proyecto fotográfico sobre los migrantes, un tema cuyas consecuencias humanitarias le interesaba siendo ella misma una heredera cultural y cruce de tradiciones y países. El caso de Los Marroquíes explica su método de trabajo. Alaoui escogió una región de Marruecos para pasar una semana en un pueblo con su estudio móvil "para que la gente se acostumbrara a mí y se sintiera cómoda". Luego esperaba el día del mercado, cuando venía gente no sólo de la aldea sino también de las aldeas vecinas. Instalaba elestudio en medio del mercado, con un fondo negro y dos focos. Y alle dejaba que la gente se acercase. Pero sin posar. Igual hacia 200 fotografías hasta que una le parecía interesante.
Leila Alaoui © Fundación Leila Alaoui
 Los marroquíes, presentado en la Biennale des Photographes du Monde Arabe en 2015, es uno de los últimos proyectos de Leila Alaoui. Aquí tenemos una serie de 30 retratos que fueron seleccionados por Guillaume de Sardes para el Museo Yves Saint Laurent de Marrakech. La expo refleja un recorrido de la fotógrafa, con su estudio portátil, por todas las regiones de Marruecos. La propia Leila explicó acerca de esta obra: «Tirando de mi propia herencia, y visitando pueblos y comunidades, utilicé el filtro de mi posición íntima como marroquí para revelar, en estos retratos, la subjetividad de las personas que fotografié». Los retratos de Leila Alaoui atestiguan la variedad y la riqueza de la ropa rural tradicional marroquí. Esta diversidad también se encuentra en los tonos de piel, rasgos. Esta exposición, refleja, en palabras del comisario, «el carácter de una obra comprometida y humanista. La obra de Leila Alaoui esta representada en el mundo por la fundación que lleva su nombre y por Galleria Continua.

Tameslohte (Marrakech-Safi 2010) Serie Los marroquíes.  Leila Alaoui.  ©Fundación Leila Alaoui

El objetivo del Estudio Portátil Leila Alaoui era producir un "archivo visual de las tradiciones y universos estéticos marroquíes que tienden a desaparecer bajo los efectos de la globalización". En este trabajo, sentimos la urgente necesidad de identificar a los últimos actores de las culturas materiales e inmateriales en peligro. Las imágenes de Leila Alaoui no son fotos robadas, sino retratos en el sentido más fuerte y clásico de este género. Tienen una fuerte dimensión pictórica, y están alejados de toda tentación pintoresquista. El de Leila era un proyecto ético, de afirmación de la dignidad, contrario a todo orientalismo...».
Al presentar su serie Les Marocains Agradezco en verdad el apoyo a este proyecto de Alberto Anaut, Claude Bussac y Ana Berruguete de PhotoESPAÑA 2019; de Nuria Medina y de todo el equipo de directivo de Casa Árabe, de la Embajada de Marruecos y de su consejera cultural Malika Labidi, por haberme ayudado a sacar adelante lo que no puede ser sino un homenaje a la gran artista y mujer comprometida en las causas más nobles. Pensar que Leila no está físicamente con nosotros esta semana en Madrid es darnos cuenta -una vez más- de la injusticia del mundo. Pero su obra está y su ejemplo permanece, y su vitalidad contagiosa y su sonrisa nos empujan a seguir adelante siempre... 
Ella nos ha pasado el testigo.

miércoles, 12 de junio de 2019

La gestión cultural en la galaxia rural



La cultura como fenómeno total, es hoy global, instantánea, y portátil. La llevamos con nosotros, bajo la Nube que cubre el cielo protector que nos separa de la galaxia, con sus sistemas de comunicación satelital activados 365/24. En los últimos treinta años del siglo XX se impusieron los conceptos de Galaxia Gutenberg y de Aldea Global. 
El filósofo canadiense Marshall McLuhan fue el proponente principal de esta nueva dupla conceptual que, combinada, explica tanto las conquistas y como las complicaciones de nuestra vida diaria. Es decir, el binomio “comunicación planetaria” ha cambiado para siempre nuestra manera de pensar, ver y actuar. Nunca antes nuestro horizonte cultural estaba tan marcado por esta revolución de la escala, pues esta, a partir de cierto momento crítico, deriva en otro universo en el que la cifra nos lleva o muestra otra condición, que nos afecta, en grado sumo. proponemos el término de galaxia rural, que no es una redundancia sino una amplificación e intensificación del fenómeno de la comunicación directa, puesto que la globalidad de la galaxia como característica fundante alude aquí al suceso de la comunicación vis a vis, peer to peer, puerta con puerta, vecinal y grupal, y a su portabilidad y accesibilidad; justo lo que la sociedad híper-urbanizada de las megalópolis había eliminado. 
La Galaxia Gutenberg ha dejado de estar localizada físicamente, y ya no es siquiera un archipiélago de planetas, estrellas, islas y compartimentos sociales estancos, visitables gracias a esos puentes y enlaces que podían ser atravesados gracias a las nuevas contraseñas y derechos de portazgo que había impuesto la red.
La nueva profesión del gestor cultural como intermediario social y cultural total, como casi no lo puede ser nadie más, se ha ido consolidando, y, en paralelo, nuevos grados académicos y nuevas maestrías han ido acompañando el desarrollo de esta nueva especialidad. Se puede aventurar que a pesar de la crisis sistémica que desde el mismo 2007 viene afectando a casi todas las economías y sociedades del planeta, en un grado u otro, la tarea del gestor cultural se ha hecho más necesaria que nunca. Es más, la del gestor cultural, en la medida en la que la revolución cultural de la portabilidad de la comunicación global se ha extendido a todos los ámbitos de la vida social, ha sido una de las pocas profesiones que ha podido sortear dicha crisis con relativo éxito personal, y empresarial, aunque sea desde la autogestión más pura y dura. Eso es el contexto de la gestión cultural en la galaxia rural.
Esa capacidad de resiliencia, tiene mucho que ver con el carácter generalista del quehacer del gestor cultural, que, si lo es de veras, se podrá mover entre líneas como nadie, adelantando e intersectando tendencias, nichos de actividad, pensamiento y consumo, sectores sociales de alta, baja y media cultura, y, sobre todo, relacionando personas y agendas, intermediando al servicio de la sociedad en la que vive y cuya cultura impregna algo más que la necesaria satisfacción de nuestras necesidades básicas. Pues, siendo esto último muy importante, lo otro tiene que ver con el vivir como proyecto, como camino hacia algo, o para dejar algo. El gestor cultural es un generalista. Siempre lo fue. Mezcla de cura laico, sociólogo y artista, por supuesto que estará especializado en determinadas facetas de la vida cultural, pues de algo hay que saber en profundidad para luego ser un buen generalista. Pues sabiendo uno de una cosa, es fácil extrapolar procesos para comprender tecnologías, necesidades y desarrollos relativos a otras áreas.
Puede decirse que los dos factores, ambos ya mencionados y sobre los que decimos algo en este video, han reforzado el papel y la necesidad del gestor cultural, como gran hermano generalista y analista de nuestro tiempo, al tiempo que han implosionado dicha profesión hasta confundirla y diluirla en la vida social.

lunes, 10 de junio de 2019

PABLO PÉREZ-MÍNGUEZ


El viernes 7 de junio, Día Internacional de Archivos, un grupo de amigos, comandado por la sobrina de Pablo, Rocío Pérez-Mínguez, que está preparando una biografía sobre su tío, nos reunimos en el Centro Cultural del Águila de la Comunidad de Madrid para rendir homenaje -y recordar- al gran fotógrafo y amigo PABLO PÉREZ MÍNGUEZ. Se presentó el archivo de PPM, depositado en El Águila -Archivos de la Comunidad de Madrid-, y hablaron de su biografía su hermano Joaquín Pérez-Mínguez y Rocío Pérez-Mínguez. En la mesa titulada ''EN TORNO AL ECLECTICISMO DE PABLO PÉREZ MÍNGUEZ: FOTÓGRAFO POP, KITSCH, MÍSTICO Y CONCEPTUAL'', nos sentamos y conversamos Ignacio Gómez de Liaño (Happening), Luis Garrido (Nueva Lente), Carlos Yillasante (El Photocentro), Bárbara Allende 'Ouka Leele' (La Movida), Miguel Angel Arenas 'Capi' (Starmaker), José Tono Martínez (La Luna de Madrid), Ramón García del Pomar (Rock-Ola), Rocío Pérez-Mínguez (Biógrafa). Y luego vinieron las ACTUACIONES de la performer Eva Lyberten, y un video clip enviado por Paco Clavel, ''Corazón contento''.

Tras internarme acompañado de Lissie en el trastero donde guardo los archivos de La Luna de Madrid y de los años 80 (ver fotos), yo me centré en su generosidad, primero, con La Luna de Madrid, desde su primer autorretrato de 1983, en el agua del mar, tras su visita al Balneario de Carratraca, hasta el 87, pues PPM junto con Bárbara Allende-Ouka Leele, Juan Ramón Yuste, Alberto García Alix, Antonio Bueno, Jaime Gorospe, Gonzalo de la Serna, Ana Torralva, Eduardo Momeñe, Javier Campano, Juan Manuel Castro Prieto, Domingo. J Casas, Miguel Oriola, Humberto Rivas, fueron entre otros muchos, algunos de los fotógrafos que nos acompañaron siempre, y la revista está marcada por todos ellos. Ya en el debate, yo destaqué, de PPM, su papel de editor y creador intelectual en Nueva Lente, antecedente claro de La Luna. De hecho, hicimos un número especial con la colaboración de Carlos Serrano GAD y Keko Yuste, dedicado a Nueva Lente. 

En una entrevista en el número 14 de enero de 1984 que le hacía Paco Morales, PPM, en pleno momento de fama total vinculada a La Movida, a las fotos de Fabio de Miguel y de los grupos musicales, reconoce que su interés es el de intentar hacer un museo de fotografía en Alcalá de Henares. Por primera vez, se siente con poder y nos dice ''La sensación de poder como fotógrafo es fantástica, proporciona el hipnotismo que yo necesito para conseguir mis fines de retrato y rollos con la gente. El poder da mucha capacidad de hipnotismo. Noto que la gente se pone cada vez más a mi disposición cuanto más caras cobro las fotos. Esto es muy interesante. Yo consigo más de ellos y consigo más de mí. Es una fascinación a tope y yo la uso. Uso la fascinación del poder porque los demás me dejan usarla''. Adjunto al lado una fotografía de PPM que le hizo su gran amigo Txomin Salazar, colaborador infatigable de la Galería SEN y de Eugenia Niño, amiga íntima de ambos y apoyo de la obra de PPM siempre. Por cierto, Txomin Salazar Acha era primo segundo mío, y nos reíamos mucho de eso.
También al margen del latiguillo de fotógrafo de La Movida, quise destacar el papel de PPM como retratista de lujo, su trabajo fino y detallista, leí una carta con instrucciones para publicar sus fotos, en este caso las de Santiago Auserón, lo que muestra la preocupación que ponía como editor, que lo había sido como decimos de Nueva Lente, y que lo distinguía de otros fotógrafos que no ponían tanto interés en la manera de ver publicadas sus fotografías. No era el caso de Pablo, que junto a las cinco fotografías de Santiago Auserón, me escribió una carta con instrucciones muy precisas que reflejaba su preocupación por la manera en la que debía mostrase su trabajo, y cómo el concepto de atmósfera se trasladaba a cada imagen. Reproduzco la carta de PPM, en la que especifica: "A cada personaje invitado saco CINCO FOTOS, siempre con el mismo formato blanco/blanquísimo e iluminación uniforme: ¡SIEMPRE EN EL MISMO ORDEN DE MOTIVACIÓN! (las fotos van numerdas por detrás):
1- LA INEXPRESIÓN DEL ROBOT. (INEXPRESIÓN)
2- EL DESPRECIO A LO MÁS DESPRECIABLE. (DESPRECIO)
3- GUSTANDO CON SIMPATÍA. (SIMPATÍA).
4- MALESTAR INTENSO/INTERNO (DOLOR).
5- CLARIDAD FRETE AL MILAGRO (ÉXTASIS)...
Me gustaria que se notase que es una serie exacta..."
En fin, PPM era un gran retratista y aquí se ve su preocupación extram por reflejar la psicología y la "atmósfera2 de los reratados. Añado otros retratos del nº especial del 87, con retratos de Coque, Darío Basso, y Marío, el teclista de La Mode.

Respecto de su papel intelectual y promotor de la fotografía, pues estaba al tanto de todas las Generaciones, la V, la VI, la VII, no hay nada mejor que recordar sus propias palabras. Así, en otra entrevista en esta ocasión en el número 31 de septiembre del 86 dedicada a Nueva Lente, y realizada por Juan Ramón Yuste y Javier Olivares, PPM hace un repaso de las generaciones anteriores a la V, y dice: ''En la Primera estarían los primitivos hasta Ortiz de Echagüe : Pla Janini, Montserrat... La Segunda (en los 20) sería la de los primeros artistas, los herederos de Echagüe, que era un genio total: Catalá Roca, Centelles, los Cantero, las grandes sociedades fotográficas, Barceló. La Tercera sería la de los desgraciados, la generación perdida, los agonistas. Los que rondan la cincuentena. Los que llenaban las páginas de ''Imagen y Sonido'' y ''Arte Fotográfico'' en los 60: Schommer, Miserachs, Maspons, Massats... Papel duro, grano y salonistas. La Cuarta seríamos nosotros, los fundadores de NL y los Socias, Molina... Los más ''yuppies'', los que ahora rondamos los cuarenta. Somos más surrealistas, teníamos otro techo que no eran los salones. La Quinta da entrada al color, a la fotografía como concepto y expresión (la que cobijaba NL), a la autoocrítica, al diseño... Aquí estarían Fontcuberta, Villasante, Guardans, Vallhonrat, Gorda Dúo, tú (ese tú es Yuste) y, en definitiva los que salieron en aquel NL del 74. Y algunos más. Eran los modernos. Luego vinieron los posmodernos: Alix Ouka Lele, Paco Navarro... Estos ya serían la Sexta Generación. Y la Séptima sería la que hay que buscar ahora: la de los nacidos en el 63 para adelante. La de Alcalá de Henares, el hijo de Canogar... De todas formas ahora no haría tanta falta estas cosas, ni NL ni movidas. Está todo más normalizado''. La entrevista se titulaba ''Hay que vivir la fotografía'' porque para PPM la fotografía era vida, era happening, era algo antiestático y de hecho nos decía que su famoso estudio de Monte Esquinza era ''una mezcla de Freud y de Cabaret''.

También me centré en recoger su visión de Bernard Plossu, su amigo, y la idea de la búsqueda de ''atmósfera'' en la imagen, que compartía con el francés. Adjunto una foto abajo del propio PPM, con Plossu. Al que define: ''Amigo de la vida, transparente, exacto y romántico, fanático de lo simple, compañero, hermano y gran viajero pero no de fronteras sino de olores'', eso nos decía en un número de La Luna de Madrid del 1987, el 37. Y en la vida, porque PPM y Luis Pérez Mínguez, su hermano fotógrafo, eran vida...Y les debemos mucho...