LOS COMENTARIOS

To the Happy Few: espero que estos comentarios y las otras ideas o divagaciones que siguen en la bitácora presente puedan ser de alguna utilidad a quien quiere seguir o ya está en este oficio o carrera de las letras, ya porque sea muy joven y no tenga a quién acudir, o ya porque no siendo joven de cuerpo sí lo sea de espíritu, y desee o considere que es adecuado, con toda llaneza, combatir de este modo que ofrezco el aburrimiento...

Las reglas de uso que propongo al usuario son simples: que tus comentarios busquen la contundencia de la piedra lanzada y suspendida en el aire, buscando allí afinar la idea.

Deseo también que estos pequeños dardos de este diario personal que aquí inicio sirvan como disparadero de ideas para otros proyectos ajenos destinados a otros espacios.

Por último, los diálogos que se produzcan los consideraré estrictamente privados. Y no es preciso poner punto final a los mismos, pues incluso los ya transitados pueden recrudecerse pasado un tiempo.

jueves, 25 de noviembre de 2021

Un jersey de lana inglesa no es revolucionario

Andres García, de 19 años de edad Novela de Lourdes Ortiz Colección Fuera de Lugar, Eds. Polibea, 2021, Distribuye La Sombra de Caín Las intenciones, varias, se declaran aquí muy al comienzo del libro: «Sólo las cosas recordadas son verdaderas». ¿Escribía Lourdes Ortiz para el recuerdo, para dejar nota, para nosotros, más que para sus inmediatos contemporáneos? Es difícil afirmarlo desde el hoy. Sea como fuere, la recuperación y publicación en 2021 de "Andrés García, de 19 años de edad" novela escrita en torno a 1969, es todo un acontecimiento literario en cuanto que supone el rescate de la primera obra narrativa de Lourdes Ortiz, que en su día no pudo ser publicada debido a la censura imperante entonces. Para mí ha sido su lectura, debo devcir, emocionante. Lourdes Ortiz nos sitúa ante una clásica y poderosa novela de formación o aprendizaje de época, una típica "bildungsroman" en la estela del Jakob Von Gunten (1909) de Robert Walser, o en la del Retrato del artista adolescente (1916) de James Joyce. Pero la formación de Andrés García, nuestro joven estudiante, en un cruce peripatético y callejero de casticismo, se viene a entroncar estilística y técnicamente con el Nebiros (1950) de Juan Eduardo Cirlot, novela también prohibida por la censura y rescatada como la presente sólo en 2016, y, sin duda, con Tiempo de Silencio (1962) de Luis Martín-Santos, también censurada parcialmente, y que sólo pudo ver la luz en su completud en 1981. Con estas dos últimas novelas citadas nuestro Andres García comparte maneras narrativas joyceanas, diálogos interiores, soliloquios, cuadros en bares de ambiente gay que sorprenden por su realismo, nocturnidades y despertares sórdidos, discusiones políticas relacionadas con la ideal del compromiso y dudas, muchas dudas adolescentes, entre acusaciones de deserción que tachonan una sutil madeja de detalles de época que nos dice dónde estamos. Tanto en Luz de la Memoria (1976), con el joven Enrique García de protagonista como en Andres García (1970), Lourdes Ortiz se sitúa en el horizonte de dos jóvenes varones que se enfrentan a la vida para descubrir que crecer es, sobre todo, perder, desencantarse. Enrique nos narra la Transición, en los años 70. Andrés, su hermano putativo, emerge diez años antes, en el contexto de la lucha contra la dictadura franquista de finales de los años sesenta del pasado siglo XX.
Es una época apasionada de militancia política casi obligada, excepto para los tibios de siempre que no quieren comprometerse, que no quieren significarse, como se decía en el argot de la época. En el caso de los protagonistas de Andres García, la militancia se da en el Partido Comunista, pero en una época, la del 68 del Mayo francés, que también supone un descubrimiento y cambio de paradigmas y actitudes respecto de los conceptos tradicionales de familia, relaciones de pareja y de amistad. Al tiempo, la Primavera frustrada de Praga, con los tanques rusos del Pacto de Varsovia aplastando la revolución encabezada por Alexander Dubček, supondrá un definitivo desencantamiento para muchos jóvenes que todavía creían en el aquel socialismo real que escondía sus vergüenzas y sus purgas tras el Telón de Acero. El protagonista, Andres García, está hecho un lío, quiere militar pero no puede creerse a pies juntillas su militancia; quiere amar y ser amado, quiere poseer y ser poseído, pero no sabe si con Julio o con María; quiere estudiar, pero no aguanta las soporíferas y masificadas clases de derecho. En su casa, en su vida, todo es una ficción ramplona, su padre, su hermana, su madre, y sus amigos de la universidad, atrapados todos por los miedos y frustraciones de una generación acomplejada. Andres García dialoga con nosotros desde el pasado ya remoto de más medio siglo arrojando reflexiones y coloquios muy teatrales, -se ve a la dramaturga en ciernes- que nos hablan y cuestionan su mundo, como si tal vez fuera el mundo de hoy y como si la narradora -dijimos- hubiera de algún modo imaginado la doble posibilidad que encierra este libro, la de que, por no poder publicarse en su día, su destino era otro tiempo, el nuestro. Loordes Ortiza como sibila. Pero Andres García es también una novela coral, sorprendente y valiente, adelantada, moralmente rompedora, -un canto a la androginia, un alegato contra el Dios patriarcal, una defensa del feminismo, una protesta contra el hartazgo del matrimonio y una vida conyugal que condena a la mujer a un papel secundario- con una voz interior, la del joven protagonista, que nos conduce hacia las otras voces, pues la narradora, en un ejercicio de ventrilocuismo psicoanalítico va poco a poco penetrando en el interior de sus personajes para hacerlos hablar sin hablar, a través de Andrés. Al mismo tiempo, la acción, pues cada día tiene su afán, nos va mostrando sutilmente el ambiente de la intrahistoria, las huelgas obreras, el Concierto de Raimon del 18 de mayo de 1968 en la Facultad de Económicas de Complutense, la manifestaciones estudiantiles, los saltos, y la brutal represión que culminan en el asesinato del estudiante Enrique Ruano el 20 de enero de 1969, arrojado desde un 7º piso de la madrileña calle del General Mola -hoy Príncipe de Vergara- por agentes de la Brigada Político-Social del régimen franquista. En todo caso, en la simbiosis protagonista-narradora, Andrés es quien está sentado ante el diván y Lourdes Ortiz es la analista que febrilmente toma nota, para nosotros, de lo que será una capsula del tiempo lanzada hacia el futuro, y que hoy, en 2021, Fuera de Lugar de Polibea, recoge, descorcha y ofrece. ¡Ojalá esta botella encuentre sedient@s lector@s!

domingo, 5 de septiembre de 2021

Los felices 80 y la Movida de Madrid

Los felices 80 y la Movida de Madrid
Texto del comisario, José Tono Martínez

A finales de los años 70 y hasta bien entrados los años 80 se produjo una suerte de momento y movimiento creativo vital, cultural, y social de participación popular que cambió las reglas del juego de lo que entonces se entendía como cultura, hasta entonces patrimonializada por élites tradicionales. En el contexto del debate modernidad-posmodernidad, la alta cultura se deja contaminar por la baja, y se hace fluida, híbrida.

La Luna de Madrid

Las músicas modernas, el pop, el rock, el punk, y las otras músicas infrecuentes; el mundo de la historieta, del cómic y de los fanzines callejeros; la moda y las modas en el vestir, diseñadas o inventadas; el diseño de objetos aplicado a todas las artes decorativas; las revistas culturales de nuevo tipo, como Dezine, La Luna de Madrid o Madrid Me Mata y otras, herederas de Nueva Lente; el teatro, la literatura  y el cine, que dejan de ser arte y ensayo vindicativo o experimental, y se hacen tragicomedia celestinesca, pasoliniana,  juglaresca, nuevas narrativas apegadas a la revolución interna de lo cotidiano; el arte, la performance y la fotografía, ésta finalmente aceptada como arte con mayúsculas: todo ello configura ese divertido fresco iconográfico que hoy, sin anuencia de los protagonistas, llamamos Movida. Y que también, sin acuerdo general, se suele constreñir a la década que va entre 1978 y 1988.

De aquellas derivas han pasado unos 40 años, y poco a poco se van haciendo museo. El epicentro de la Movida fue Madrid, por primera vez emancipada del sambenito de ciudad franquista, y por ello su onda fue centrípeta, atrayendo los numerosos electrones libres de otras ciudades, y, al tiempo, expansiva, afectando a toda España. Sin buscarlo, fue así el último movimiento total de carácter nacional, estatal: un estado de ánimo, transitorio, imaginario, pero que ha dejado huella. Lo llamamos hoy feliz, porque fue muy libre, muy libertario, muy pegado a las calles recuperadas como si estas fueron los dedos del cuerpo de una ciudad. Si bien es cierto que el fantasma del sida acechaba a la vuelta de la esquina.

Hace muchos años escribí una frase que hizo fortuna: «Si viviste los 80 y te acuerdas es que no los viviste». En este sentido, la década de la Movida supone un canto optimista y presentista, un cuestionamiento del principio de autoridad, por la juventud de los actores que se abren paso y hacen del principio del placer y la autonomía personal un mandato ético y estético. Así, es la primera generación que, por ejemplo, incorpora una estética gay o de género diluido, y que no teoriza la diferencia, sino que la practica, despreciando todo esencialismo. El contexto de la década es el de una carencia de medios endémica y el de una ruina generalizada. Pero la ausencia de un estado protector y rico se superará con ingenio, improvisación y espontaneísmo. Pues la Movida no fue dirigida ni dirigista. Fue grupal, local y ciudadana, con acciones que se hacían y deshacían de la noche al día, y que buscaba la “actualidad como capacidad del actuar”, como escribió Pedro Almodóvar por la boca de su personaje Patty Diphusa, en las páginas de La Luna de Madrid.

Madrid me mata (Cigarro) 1982
(C) Juan Ramón Yuste
El murmullo de la década fue musical, pero en esta muestra nos centramos en el arte, esencial a la hora de revisar un periodo estéticamente túrmix, mezcla posmoderna de genealogías diversas donde hacen crush la Nueva Figuración Madrileña, la Transvanguardia italiana, y el Neoexpresionismo de los jóvenes salvajes alemanes, junto con provocaciones muy personales, que nos podrían hacer pensar en los Nouveaux Réalistes franceses. El mundo del grafiti, la ilustración, la historieta, las líneas claras y chungas contaminan felizmente los nuevos medios. Y en un tiempo de desplazamientos y auras frías, como diría José Luis Brea, la fotografía creativa, intervenida, deja de ser comentario para ocupar un lugar central en el tablero que no ha dejado hasta hoy.

Dos precisiones finales. Como siempre sucede en todo corte o antología, ceñidos por un límite de espacio, se hace preciso decir que no están todos los que son. Al tiempo, me parece interesante señalar que una gran parte de la obra seleccionada, al proceder de colecciones particulares, apenas ha sido vista por el público, lo que espero suponga un aliciente a la hora de degustar esta exposición. 

jueves, 29 de abril de 2021

PABLO PÉREZ-MÍNGUEZ: RETRATOS. (La Movida revisitada)

Centro de Arte de Alcobendas, PHotoESPAÑA, hasta el 29 de julio de 2021
Comisario, José Tono Martínez

Javier Utray (c) Pablo Pérez-Mínguez
Pablo Pérez-Mínguez o P.P.M., como le gustaba firmar sus trabajos (1946-2012), Premio Nacional de Fotografía 2006, fue uno de los artistas y fotógrafos más relevantes del último cuarto del siglo XX en España, cuando a partir de 1975 se inicia una transición política y cultural radical de la que él forma parte protagonista, como artista, como agitador, como aglutinador y como persona, generosa, divertida y siempre invitante a sus proyectos, como El Photocentro, y a sus revistas, como Nueva Lente, por poner dos ejemplos emblemáticos.

Sigfrido Martín Begué (c) Pablo Pérez-Mínguez
P.P.M. fue antes que nada un gran retratista y así se sentía él, y me siento feliz de haber podido interpretar su legado como retratista de una época irrepetible y contundente, pues no hay nada más detestable que aquel que trata de corregir o enmendar lo que el artista que se ha ido quiso y defendió. Como asiduo visitante que era del Museo del Prado admiraba y evocaba en sus retratos la contundencia de las escenas, los juegos de luces y la verticalidad de los grandes retratistas del barroco. Así, por tanto, como retratista, es como a él gustaba verse y pensarse. Para Pablo, fotografiar era participar de una ceremonia de posesión articulada en torno a “un poder hipnótico” que le permitía producir el retrato. Pablo disfrutaba de ese “fantástico poder de fascinación” con el que desnudaba el alma de aquellos que se ponían a su disposición. Porque para P.P.M. la fotografía era vida, happening, algo antiestático y mágico que convertía a su famoso estudio de la calle Monte Esquinza en ''una mezcla de Freud y de Cabaret''. Su lema favorito era ''Hay que vivir la fotografía''.

Los años del cambio político en los 70, con sus esperanzas, su destape y su desencanto; los felices años 80 y lo que luego se llamó La Movida, de cuyo ambiente festivo y transgresor fue el mejor cronista y partícipe; la irrupción de la Generación Y del Milenio lanzada sobre un Fin de Siglo que se lo prometía todo, sin saber lo que venía después: todo ello pasa por el estudio de P.P.M. Hace muchos años escribí una frase que se hizo viral: “Si viviste los Ochenta y te acuerdas, es que no los viviste”.

Radio Futura, Teatro Martín 1979  (c) Pablo Pérez-Minguez

Gracias a P.P.M. el retrato personal y colectivo de aquellos años ha quedado fijado en el tiempo, y lo podemos recordar, y las futuras generaciones, como ya lo hacen hoy, tendrán que venir a bucear entre sus miles de negativos para entender aquel periodo mágico de creación y transgresión que cambió la vieja imagen casposa de aquella España rancia y cateta que el franquismo nos había dejado como legado. Entre la revista Nueva Lente que él creó junto a otros amigos y La Luna de Madrid con la que él colaboró durante años, todo lo que estaba bien atado, quedó desatado, para siempre.[1]

Fotobsesión", P.P.M.,
 Guillermo Pérez Villalta
y Santiago Auserón (1985) © P.P.M

Pero junto al artista, está el agitador. Porque a diferencia de otros artistas, que legítimamente construyen su obra desde un solipsismo interior, P.P.M. fue un gestor, un pedagogo y un hombre preocupado por avanzar la cultura de la imagen en España, y la de la fotografía en particular, que en los años 70 estaba enormemente retrasada, y que, incluso, en los 80, aún no había entrado en los grandes museos de arte contemporáneo. Su trabajo en la revista Nueva Lente, en El Photocentro después, y luego en su estudio abierto de la calle Monte Esquinza, fue ejemplar y determinante para toda una generación de artistas y fotógrafos que él contribuyó a formar, reunir y bautizar. Ningún otro fotógrafo de su quinta, ningún profesor de arte o académico, ningún director de museo hizo tanto por aggiornar y renovar la fotografía española contemporánea, vinculándola y reconectándola con la europea y norteamericana.
Fernando Vijande ca.1981. (c) P.P.M.

Este es, como digo, parte de su legado colectivo. En una fecha tan temprana como 1984, en una entrevista publicada en el número 14 de La Luna de Madrid, realizada por Paco Morales, Pablo, en pleno momento de fama total vinculada a La Movida, reconoce que su interés entonces es el de intentar hacer un museo de fotografía en Alcalá de Henares. Por primera vez, añade, se siente con poder y nos describe ese sentimiento: ''La sensación de poder como fotógrafo es fantástica, proporciona el hipnotismo que yo necesito para conseguir mis fines de retrato y rollos con la gente. El poder da mucha capacidad de hipnotismo. Noto que la gente se pone cada vez más a mi disposición cuanto más caras cobro las fotos. Esto es muy interesante. Yo consigo más de ellos y consigo más de mí. Es una fascinación a tope y yo la uso. Uso la fascinación del poder porque los demás me dejan usarla''.

He aludido a Pablo como retratista principal. Me gustaría extenderme en este concepto. Porque si Robert Frank retrata a Los Americanos en los años 50, y Richard Avedon a los famosos de los 60 y los 70, Pablo Pérez-Mínguez hace lo propio con una serie que podríamos bien llamar Los Modernos de la España del Cambio, donde se entrecruzan las miradas de los dos maestros citados, pero, añadiendo a la suya propia el concepto central de atmósfera en la imagen, tomado este de su admirado amigo Bernard Plossu. al que, en otro lado, define: ''Amigo de la vida, transparente, exacto y romántico, fanático de lo simple, compañero, hermano y gran viajero, pero no de fronteras sino de olores''.[2] En mi poder obra una carta que me remite con instrucciones detalladas a la hora de publicar una serie de fotos de Santiago Auserón, como parte de una entrevista que le habíamos realizado. En ella, P.P.M. muestra su desvelo como editor, que lo había sido, como decimos de Nueva Lente, y ello es algo que lo distinguía de otros fotógrafos que no ponían tanto interés en la manera de ver publicadas sus fotografías.

Divina May ca. 1981. (c) 

En esa carta, Pablo, junto a las cinco imágenes que nos remite, se preocupa para que su concepto de "atmósfera" se traslade, junto con la imagen, a las páginas de la revista. Dice Pablo, describiendo su proceso, que, por otra parte, es trasladable a otros retratados presentes en esta exposición:

 "A cada personaje invitado saco CINCO FOTOS, siempre con el mismo formato blanco/blanquísimo e iluminación uniforme: ¡SIEMPRE EN EL MISMO ORDEN DE MOTIVACIÓN!  (las fotos van numeradas por detrás):

1- LA INEXPRESIÓN DEL ROBOT. (INEXPRESIÓN).

2- EL DESPRECIO A LO MÁS DESPRECIABLE. (DESPRECIO).

3- GUSTANDO CON SIMPATÍA. (SIMPATÍA).

4- MALESTAR INTENSO/INTERNO (DOLOR).

5- CLARIDAD FRENTE AL MILAGRO (ÉXTASIS)...

Este cuidado en retratar y reflejar la psicología y la "atmósfera” del retratado y la secuencia temporal y emocional en la que debe ser mostrada su obra, que siempre es más importante que el espacio, nos habla de la delicadeza de su trabajo de estudio, y, hoy, de la dificultad para mostrarlo, pues no siempre tenemos a mano instrucciones tan precisas como las que yo entonces, hace 35 años, tenía.

Respecto de su papel intelectual, estudioso, y promotor de la fotografía, al que antes hice referencia, no hay nada mejor que recordar sus propias palabras. Así, en otra entrevista de época, en esta ocasión en el número 31 de septiembre de 1986 dedicada a Nueva Lente, y realizada por Juan Ramón Yuste y Javier Olivares, P.P.M., hace un repaso de las generaciones anteriores a la Quinta, y dice:

 

Eduardo Momeñe ca. 1980. (c) P.P.M.

''En la Primera Generación estarían los primitivos hasta Ortiz de Echagüe, Joaquim Pla Janini, Montserrat... La Segunda (en los 20) sería la de los primeros artistas, los herederos de Echagüe, que era un genio total: Catalá- Roca, Centelles, los Cantero, las grandes sociedades fotográficas, Barceló. La Tercera sería la de los desgraciados, la generación perdida, los agonistas. Los que rondan la cincuentena. Los que llenaban las páginas de ''Imagen y Sonido'' y ''Arte Fotográfico'' en los 60: Schommer, Miserachs, Maspons, Massats... Papel duro, grano y salonistas. La Cuarta seríamos nosotros, los fundadores de NL y los Socias, Molina... Los más ''yuppies'', los que ahora rondamos los cuarenta. Somos más surrealistas, teníamos otro techo que no eran los salones. La Quinta da entrada al color, a la fotografía como concepto y expresión (la que cobijaba NL), a la autocrítica, al diseño... Aquí estarían Fontcuberta, Villasante, Guardans, Vallhonrat, Gorka Dúo, tú (Yuste) y, en definitiva, los que salieron en aquel NL del 74. Y algunos más. Eran los modernos. Luego vinieron los posmodernos: Alix, Ouka Leele, Paco Navarro... Estos ya serían la Sexta Generación. Y la Séptima sería la que hay que buscar ahora: la de los nacidos en el 63 para adelante. La de Alcalá de Henares, el hijo de Canogar... De todas formas, ahora no haría tanta falta estas cosas, ni NL ni movidas. Está todo más normalizado''.

Torero Cordero, (Ignacio Gómez de Liaño) 1972, Nueva Lente, (c) P.P.M.

Aquella entrevista se titulaba, como he comentado arriba, ''Hay que vivir la fotografía'' porque para Pablo, que tenía la fotografía en la cabeza: “LA FOTOGRAFÍA siempre fue para mí mucho más que un arte: es fiesta, es participación, es contagio, es entusiasmo, es alegría de VIVIR, es comunicación, es recuerdo, es Tiempo... ¡es CULTURA!

Finalmente, debo decir que si para P.P.M. la fotografía era un arte de colaboración, no menos lo puede ser el de mostrarla y exhibirla. Así, esta muestra está en deuda con muchas personas e instituciones.  En primer lugar, esta exposición, que trata de reflejar el trabajo de P.P.M. como retratista conceptual, pop, kitsch, posmoderno y místico a través de todas sus etapas, se completa con una muestra inédita de sus diarios, reflexiones y aforismos de P.P.M., un biopic personal que nos muestra por primera vez imágenes inéditas de su periplo vital, en una cronología preparada por su sobrina Rocío Pérez-Minguez. Sin el esfuerzo de Rocío, esto no hubiera sido posible.[3]

En segundo lugar, debo mencionar al Archivo Regional de la Comunidad de Madrid, a su directora, Mª Nieves Sobrino García, que custodian una gran parte del legado P.P.M. de manera ejemplar; a los coleccionistas privados que tan amablemente han apoyado y aconsejado en el proceso de selección. En tercer lugar, al Centro de Arte de Alcobendas, y su directora Mª Paz Guadalix y su equipo de montaje, un centro que atesora una colección de fotografía nacional de primer orden; en cuarto lugar, a Eva Vizcarra, realizadora del documental producido por Endora Producciones, "P.P.M. Divertirse es un arte", premiado por la Comunidad de Madrid y que amablemente nos han cedido, y, al fin, a todas las personas que han colaborado en la formalización y materialización de esta exposición, y muy en especial al equipo de diseño que me ha acompañado en este proceso, encabezado  Pablo Gonzalez de PeipeSL.

"Pedro Almodóvar y Fabio McNamara" (1981) © P.P.M.

Qué pena que no tengamos museos nacionales que cataloguen, conserven, coleccionen y muestren la obra de los grandes artistas españoles. 

“LA FOTOGRAFÍA siempre fue para mí mucho más que un arte: es fiesta, es participación, es contagio, es entusiasmo, es alegría de VIVIR, es comunicación, es recuerdo, es Tiempo... ¡es CULTURA!" P.P.M. 


[1] P.P.M. colaboró con La Luna de Madrid, desde el nº O, y desde el 1, con su primer autorretrato en 1983, en el agua del mar, tras su visita al Balneario de Carratraca, hasta el final de la revista en 1988. P.P.M, junto con Bárbara Allende-Ouka Leele, Juan Ramón Yuste, Alberto García Alix, Antonio Bueno, Jaime Gorospe, Gonzalo de la Serna, Ana Torralva, Eduardo Momeñe, Javier Campano, Juan Manuel Castro Prieto, Domingo. J Casas, Miguel Oriola, Humberto Rivas, Miguel Trillo, fueron, entre otros muchos, algunos de los fotógrafos que hicieron que la Luna de Madrid fuera posible, y la revista está marcada por todos ellos. De hecho, hicimos un número especial con la colaboración de Carlos Serrano GAD y Keko Yuste, dedicado a Nueva Lente, donde Pablo explicó su visión de la fotografía.

[2] B. Plossu, La Luna de Madrid, nº 37, 1987.

[3] Esta cronología pertenece a la biografía inédita de P.P.M. que Rocío P.M. acaba de finalizar y que deseo que pronto halle casa editorial, porque, al tiempo que sigue la peripecia de Pablo, resume todo un periodo crítico de la cultura moderna reciente en España, explicando muchas de las conexiones y relaciones entre artistas y movimientos creativos.

sábado, 24 de abril de 2021

El Anillo de Giges. Las peregrinaciones heterodoxas por Santiago

Confieso abiertamente que uno de los propósitos de este nuevo libro es el de remitificar y fortalecer el mito del Camino de Santiago, y los mitos circulantes y concomitantes que rondan los senderos y las trochas del Camino, devolviendo algo de “chispa” a la exégesis un tanto triste o casposa que se nos ofrece a diario sobre este conjunto de mitos que forma lo que he llamado en otra parte el árbol mitológico de Santiago. Y chispa es algo que bien casa con quien fue apodado Hijo del Trueno. En este libro, y a diferencia de anteriores incursiones en esta materia fundamental y que tanto me toca de cerca, el eje de mi pesquisa gira en torno a cierta clase de peregrinos, protagonistas concretos de este largo viaje, como diría Jorge Semprún, que no sabemos dónde comienza. Es cierto que no desdeño otras conexiones, pues el Árbol de Santiago es frondoso y conserva también muchas y profundas raíces, y se hace tarea complicada enderezar una rama sin remover el muérdago que la cubre y que la liga a otra vecina

Quiero preguntarme un poco por sus vicisitudes, imaginar el sentido vital que les trajo hasta estas extremas tierras y, por analogía y como coda final, puesto que este libro es necesariamente de nuestro tiempo, también hablo o extraigo alguna conclusión acerca de los peregrinos de hoy, y de sus distintas sensibilidades. En todo caso, no hace falta tal vez insistir en ello, todo libro es del tiempo de uno mismo, incluso cuando se habla del pasado, incluso cuando se escribe novela histórica. Igualmente, y aun siendo tarea complicada, he querido presentar o sugerir el peregrinaje de los otros peregrinos, que también los había, y a los que me resisto a llamar heterodoxos o apocalípticos, pero sirva esta ligera distorsión de la metáfora del maestro Umberto Eco para entendernos, y para destacar a aquellos respecto del caudal referencial de los integrados. Pues Eco, en su El Nombre de la Rosa, está muy cerca de nosotros en algunas de las cosas que se dicen aquí. Ahí está sin ir muy lejos su Alcuino de York, el joven que vendría a fundar la Escuela Palatina de Carlomagno, en Aquisgrán, y sobre cuyas encendidas cartas de heterodoxo amor algo diremos, siendo como es Alcuino parte de esta historia, merced a sus polémicas con los adopcionistas españoles, y a su decidido apoyo a Beato de Liébana.

Al centrarme o mirar hacia otros peregrinos ya declaro el segundo propósito de este libro, junto con el de la remitificación aludida. Y es que, de este modo, o con este remirar, he querido alejarme de la imagen un tanto edulcorada o blanda que afectan las descripciones corrientes del peregrino antiguo (y a veces del moderno) en cuanto ser piadoso, y figura fervorosa por el solo y mismo hecho de peregrinar. Tras Hijos delTrueno, Mitos y símbolos en el Caminos de Santiago, que me fue generosamente prologado por Carlos García Gual, con dos ediciones en Evohé, culmino aquí cuatro años de investigación en un ensayo que rechaza la imagen edulcorada del peregrino antiguo en cuanto ser piadoso y santo.

En el Anillo comparecen los peregrinos olvidados: las peregrinas, pues «toda mujer que peregrina es una rebelde», las beguinas de Hildegarda de Bingen, las brujas y las hechiceras, depositarias del saber antiguo. Y otros grupos invisibilizados por la historia ejemplarizante del peregrino medieval: los chicos y jóvenes, los mendigos y los peregrinos del precariado, y los peregrinos gays.

El Anillo de Giges dedica una importante sección a los heterodoxos y los alquimistas, centrándose, entre otros, en Arnau de Vilanova, Raymundo Lulio y Nicolás Flamel, intérpretes del Cuerpo Hermético y buscadores de la Quintaesencia.

El anillo de Giges, homenaje a Valle-Inclán y a J. R. R. Tolkien y a la tradición del anillo, tiene la suerte de aparecer en el marco del Año Jacobeo 2021. Ojalá esta obra devuelva algo de chispa a la exégesis un tanto triste que se nos suele proponer, reconectando el Camino con las primitivas tradiciones paganas, celta y cristianas. 

lunes, 1 de febrero de 2021

Hassan Fathy: a contracorriente colaboración especial de Hannah Collins

 «En otro tiempo, había una belleza innata en todo lo que nos rodeaba: éramos nosotros mismos». Hassan Fathy, 1981

Hassan Fathy (Alejandría, 1900- El Cairo, 1989) es el padre de la arquitectura sostenible y vernácula. Antes de que existieran las cátedras de materiales de nuestro tiempo, Fathy se fijó en las propiedades milenarias del adobe, arcillas y arenas secadas al sol y mezcladas con paja, en cuanto material constructivo disponible y barato, y con altas capacidades de aislamiento térmico. Esta tradición milenaria ha sido fundamental en el desierto, donde se producen fuertes contrastes de temperatura entre el día y la noche, y donde la abundancia de arena implica accesibilidad de materiales y economía de recursos.
Cása Árabe

Fathy fue un romántico, un ilustrado, un místico, y como tal se opuso a la idea neocolonialista que pretendía homogeneizar la cultura egipcia según un esquema internacionalista. Fathy volvió a las raíces, a mirar las enseñanzas del campesino tradicional, del «fellah», o las tradiciones nubias del sur, que seguían construyendo cúpulas, arcos y bóvedas inclinadas, sin armazón, como se hacía desde tiempo inmemorial. Durante la II Guerra Mundial, y más tarde, trató a intelectuales como Naghib Mahfuz, el premio nobel egipcio, o el artista Hamed Said, para quien construyó su estudio en ladrillos de adobe, la casa Toub Al Akhdar, en Marg. Ambos pertenecieron al grupo de artistas y pintores del llamado grupo de los Friends of Art and Life. Todos fueron pioneros de la educación social y del contexto, y hacían prácticas de sus enseñanzas con sus estudiantes, animando a estos a trabajar y convivir con los campesinos o con los artistas locales.
Hassan Fathy en su estudio del Palacio Ali Effendi, distrito de Dar el-Labbana, El Cairo, 1980 © Aga Khan Trust for Culture. Foto Christopher Little.

La defensa de la artesanía y de los viejos oficios halla lugar de excepción en su obra teatral en cuatro actos El Cuento de la Celosía, de 1942. Diseñó la villa de Nuevo Gourna, entre 1945 y 1949, haciendo antropología, incorporando a su diseño un tratado de usos y costumbres de los habitantes de aquel pueblo que había vivido del expolio de las tumbas del Valle de los Reyes. Con ello, se adelantaba dos generaciones a inquietudes de arquitectos contemporáneos como el chileno Alejandro Aravena, el burkinés Francis Kéré o la francesa Anne Lacaton, incorporando la visión del destinatario en los diseños.
Casa Fathy en Northern Shore Sidi Krier, 1971© Aga Khan Trust for Culture. Foto Matjaz Kacicnik

Fathy lo explicó en su libro Gourna, a tale of two villages (1969), título original del archifamoso Architecture for the Poor: An Experiment in Rural Egypt, publicado en la University of Chicago
Press, en 1973. La presente exposición -dedicada in memoriam al arquitecto Luis Maldonado Ramos (1957- 2017), y que reconoce la inmensa labor investigadora de James Steele-, recoge planos, maquetas y fotografías de varias obras emblemáticas de Hassan Fathy, así como de su vocabulario arquitectónico. Se remata con una selección de la obra pictórica de Hassan Fathy, gouaches e imágenes de su apartamento en la Mansión Ali Effendi Labib, del viejo Cairo.
Tres aportaciones complementan la exposición. Un panel centrado en la arquitectura de tierra en la Península Ibérica, con tipologías de técnicas, y obras de estudios contemporáneos, coordinado por Fernando Vegas, Camilla Mileto y Valentina Cristini; la instalación dedicada a Fathy por la artista inglesa Hannah Collins, Haré una canción y la cantaré en un teatro con el aire de la noche sobre mi cabeza, presentada en la sede del SF MoMA San Francisco, EE.UU. (2019-2020) y en la Galería Joan Prats de Barcelona; y una obra del artista Chant Avedissian, discípulo de Hassan Fathy, cortesía de la Galería Sabrina Amrani de Madrid.
Fundación Dar al-Islam, Albiquiu, Nuevo México, 1980 © Aga Khan Trust for Culture. Foto Said Zulficar

En 2021, Casa Árabe y Ediciones Asimétricas, con el apoyo del Instituto Egipcio de Estudios Islámicos de Madrid, publicarán un catálogo libro con aportaciones de quien suscribe y de María Pura Moreno, Leïla el-Wakil, Serge Santelli, Nadia Radwan, Fernando Vegas, Camilla Mileto, Valentina Cristini, Zolt Vasáros, y Hannah Collins.
Dessert Entrance 2, (c) Hannah Collins, Galería Joan Prats

CRÉDITOS
Comisario: José Tono Martínez
Coordinación: Nuria Medina
Diseño de sala: María Fernández Hernández y Juan García Millán
Diseño de gráfica de exposición: Lorena López de Benito
Traducción al árabe y revisión: Rasha Ismail, Consejera Cultural de Egipto en Madrid
Revisión términos de arquitectura en árabe: Jose Miguel Puerta Vílchez
Modelización 3D de maquetas: Fabricio Santos, Fab de Fab
Fotografía e impresión: Taller Quintanilla y Movolcolor
Montaje: José Luis Tovar y Lorena López de Benito
Transporte: Crisóstomo
Audiovisuales: Creamos Technology
© de los textos y de las imágenes, sus autores
Esta exposición ha sido posible gracias al apoyo de las siguientes instituciones:
Aga Khan Trust for Culture Library (Ginebra, Suiza), Regional Architecture Collections, Rare
Books and Special Collections Library of American University (El Cairo, Egipto), Instituto Egipcio
de Estudios Islámicos (Madrid), Embajada de la República de Egipto en España, Galeria Joan
Prats (Barcelona), Galería Sabrina Amrani (Madrid), Faculty of Architecture of Budapest
University of Technology and Economics (Hungría), Biblioteca Islámica de la AECID (Madrid),
Embajada de Suiza para España y Andorra, Al Jazeera Media Network Documentary Channel
(Doha, Qatar), Fábrica de Fabricantes (Madrid), Constantinos A. & Emma Doxiadis Foundation