LOS COMENTARIOS

To the Happy Few: espero que estos comentarios y las otras ideas o divagaciones que siguen en la bitácora presente puedan ser de alguna utilidad a quien quiere seguir o ya está en este oficio o carrera de las letras, ya porque sea muy joven y no tenga a quién acudir, o ya porque no siendo joven de cuerpo sí lo sea de espíritu, y desee o considere que es adecuado, con toda llaneza, combatir de este modo que ofrezco el aburrimiento...

Las reglas de uso que propongo al usuario son simples: que tus comentarios busquen la contundencia de la piedra lanzada y suspendida en el aire, buscando allí afinar la idea.

Deseo también que estos pequeños dardos de este diario personal que aquí inicio sirvan como disparadero de ideas para otros proyectos ajenos destinados a otros espacios.

Por último, los diálogos que se produzcan los consideraré estrictamente privados. Y no es preciso poner punto final a los mismos, pues incluso los ya transitados pueden recrudecerse pasado un tiempo.

jueves, 25 de noviembre de 2021

Un jersey de lana inglesa no es revolucionario

Andres García, de 19 años de edad Novela de Lourdes Ortiz Colección Fuera de Lugar, Eds. Polibea, 2021, Distribuye La Sombra de Caín Las intenciones, varias, se declaran aquí muy al comienzo del libro: «Sólo las cosas recordadas son verdaderas». ¿Escribía Lourdes Ortiz para el recuerdo, para dejar nota, para nosotros, más que para sus inmediatos contemporáneos? Es difícil afirmarlo desde el hoy. Sea como fuere, la recuperación y publicación en 2021 de "Andrés García, de 19 años de edad" novela escrita en torno a 1969, es todo un acontecimiento literario en cuanto que supone el rescate de la primera obra narrativa de Lourdes Ortiz, que en su día no pudo ser publicada debido a la censura imperante entonces. Para mí ha sido su lectura, debo devcir, emocionante. Lourdes Ortiz nos sitúa ante una clásica y poderosa novela de formación o aprendizaje de época, una típica "bildungsroman" en la estela del Jakob Von Gunten (1909) de Robert Walser, o en la del Retrato del artista adolescente (1916) de James Joyce. Pero la formación de Andrés García, nuestro joven estudiante, en un cruce peripatético y callejero de casticismo, se viene a entroncar estilística y técnicamente con el Nebiros (1950) de Juan Eduardo Cirlot, novela también prohibida por la censura y rescatada como la presente sólo en 2016, y, sin duda, con Tiempo de Silencio (1962) de Luis Martín-Santos, también censurada parcialmente, y que sólo pudo ver la luz en su completud en 1981. Con estas dos últimas novelas citadas nuestro Andres García comparte maneras narrativas joyceanas, diálogos interiores, soliloquios, cuadros en bares de ambiente gay que sorprenden por su realismo, nocturnidades y despertares sórdidos, discusiones políticas relacionadas con la ideal del compromiso y dudas, muchas dudas adolescentes, entre acusaciones de deserción que tachonan una sutil madeja de detalles de época que nos dice dónde estamos. Tanto en Luz de la Memoria (1976), con el joven Enrique García de protagonista como en Andres García (1970), Lourdes Ortiz se sitúa en el horizonte de dos jóvenes varones que se enfrentan a la vida para descubrir que crecer es, sobre todo, perder, desencantarse. Enrique nos narra la Transición, en los años 70. Andrés, su hermano putativo, emerge diez años antes, en el contexto de la lucha contra la dictadura franquista de finales de los años sesenta del pasado siglo XX.
Es una época apasionada de militancia política casi obligada, excepto para los tibios de siempre que no quieren comprometerse, que no quieren significarse, como se decía en el argot de la época. En el caso de los protagonistas de Andres García, la militancia se da en el Partido Comunista, pero en una época, la del 68 del Mayo francés, que también supone un descubrimiento y cambio de paradigmas y actitudes respecto de los conceptos tradicionales de familia, relaciones de pareja y de amistad. Al tiempo, la Primavera frustrada de Praga, con los tanques rusos del Pacto de Varsovia aplastando la revolución encabezada por Alexander Dubček, supondrá un definitivo desencantamiento para muchos jóvenes que todavía creían en el aquel socialismo real que escondía sus vergüenzas y sus purgas tras el Telón de Acero. El protagonista, Andres García, está hecho un lío, quiere militar pero no puede creerse a pies juntillas su militancia; quiere amar y ser amado, quiere poseer y ser poseído, pero no sabe si con Julio o con María; quiere estudiar, pero no aguanta las soporíferas y masificadas clases de derecho. En su casa, en su vida, todo es una ficción ramplona, su padre, su hermana, su madre, y sus amigos de la universidad, atrapados todos por los miedos y frustraciones de una generación acomplejada. Andres García dialoga con nosotros desde el pasado ya remoto de más medio siglo arrojando reflexiones y coloquios muy teatrales, -se ve a la dramaturga en ciernes- que nos hablan y cuestionan su mundo, como si tal vez fuera el mundo de hoy y como si la narradora -dijimos- hubiera de algún modo imaginado la doble posibilidad que encierra este libro, la de que, por no poder publicarse en su día, su destino era otro tiempo, el nuestro. Loordes Ortiza como sibila. Pero Andres García es también una novela coral, sorprendente y valiente, adelantada, moralmente rompedora, -un canto a la androginia, un alegato contra el Dios patriarcal, una defensa del feminismo, una protesta contra el hartazgo del matrimonio y una vida conyugal que condena a la mujer a un papel secundario- con una voz interior, la del joven protagonista, que nos conduce hacia las otras voces, pues la narradora, en un ejercicio de ventrilocuismo psicoanalítico va poco a poco penetrando en el interior de sus personajes para hacerlos hablar sin hablar, a través de Andrés. Al mismo tiempo, la acción, pues cada día tiene su afán, nos va mostrando sutilmente el ambiente de la intrahistoria, las huelgas obreras, el Concierto de Raimon del 18 de mayo de 1968 en la Facultad de Económicas de Complutense, la manifestaciones estudiantiles, los saltos, y la brutal represión que culminan en el asesinato del estudiante Enrique Ruano el 20 de enero de 1969, arrojado desde un 7º piso de la madrileña calle del General Mola -hoy Príncipe de Vergara- por agentes de la Brigada Político-Social del régimen franquista. En todo caso, en la simbiosis protagonista-narradora, Andrés es quien está sentado ante el diván y Lourdes Ortiz es la analista que febrilmente toma nota, para nosotros, de lo que será una capsula del tiempo lanzada hacia el futuro, y que hoy, en 2021, Fuera de Lugar de Polibea, recoge, descorcha y ofrece. ¡Ojalá esta botella encuentre sedient@s lector@s!

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