[Leído el 26
de octubre de 2018, Centre del Carme, Valencia, . Texto y fotos,
José Tono Martínez)
Si construir es desafiar a los dioses, en cuanto que ponernos
a cubierto de una estructura humana equivale a hurtarnos de los ojos de Dios y
de todo poder encargado de "vigilar y castigar" (Foucault), escapando de esa vigilancia omnímoda y panóptica, hacer música -que no componerla sino más bien descomponerla- tal y como hace Llorenç Barber,
equivale a consonar la obra humana del oír con la del otro oír de la obra
natural, y aún con la música de las estrellas y los planetas, esa que se
produce en su estelar deambular por el espacio y que nosotros, por ser parte de
ese deambular, no podemos sentir, excepto por intermedio de mediadores y médiums como Llorenç Barber.
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LB en su casa de El Cabanyal de Valencia |
Yo creo que este es
el proyecto Llorenç Barber que nuestro amigo comenzó a vislumbrar en 1970,
cuando su propia ansia de libertad sonora tropieza con la libérrima
independencia del anarco-músico John Cage. A partir de ese momento todo entra
en conjunción, la fiesta del cuerpo y la fiesta del oído incorporan todo acto,
todo ACTUM, que invierte/conjuga/difumina/pervierte el lugar del oidor y el
lugar del escuchante, incorporando al juego todo aquello que -entremedias- sucede y tiene lugar en el momento
en el que se produce el acto o la Acción Barber.
Luego, todo es
historia y trayectoria sonora, arte callejero en los conciertos de campanas de
ciudad y arte en la naturaleza en los conciertos de sol a sol y, en el medio,
todo lo que es ser parte del mundo de Llorenç Barber, dentro y fuera de un
recinto, a cubierto de los dioses, como decía antes, en una estructura
construida por el ser humano, o bajo las estrellas, para que sean estas parte
de su hacer, como cuando en el año 2008 una violenta y repentina tormenta se
entrometió en el Concierto de Campanas que LB, acompañado de decenas de
músicos, estaba ejecutando en Zaragoza, con motivo de la expo del agua, que,
muy a propósito, y así convocada por el maestro, no quiso dejar de hacerse
presente, y a raudales.
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En el Arreciado, 2016 |
Conocí a Llorenç Barber muy a primeros de los años 80, en el
83, cuando acababa de salir la calle nuestra revista La Luna de Madrid -que luego sería presentada en
Valencia- y en la que Llorenç fue enseguida
invitado a terciar musicalmente en aquellas polémicas y debates de la llamada
posmodernidad, que, con el de la movida, era uno de nuestros leitmotivs. A
partir de ahí, he tenido la suerte de contar, primero, con su amistad, que es
de todo esto lo más importante para mí, y luego con la de Montse y la de sus
hijos, Shiram e Izaj. Más tarde, cuando he podido, nunca he dejado de convocar a Llorenç, en
Santander -con amigos invitados ya idos como Leopoldo María Panero o
José Luis Brea-, en Madrid, claro, en Buenos Aires, donde fuimos capaces de
convocar en Plaza de Mayo más escuchantes que Evita Perón, siendo arzobispo y
prestador de campanas Monseñor Bergoglio, hoy papa, y donde se inició una
secuela que tuvo entretenido a Llorenç varios años en tierras argentinas. En
Tailandia, en la Ciudad de Chiang Mai, en un memorable concierto acompañado de
instrumentos tradicionales, y ya, hace poco, en Mallorca, en Alcúdia, en un
concierto mini, en la iglesia de Sant Jaume.
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Campanario de Alcùdia |
Aquí pude, después de
35 años, sonar una campana bajo esa batuta que no lo es sino bordón de
Esculapio o Hermes, porque toda la obra, el quehacer, y el entretenerse de
Llorenç Barber tiene que ver con una condición vinculada al proceso de purificación, al dios o daimón katariós, el que cura mediante catarsis.
Porque su accionar es más una terapéutica que una propedéutica, escuchar a
Llorenç es curativo, pues él no viene a dar la lección o a tomarla, sino a
participar en un proceso colectivo de aprendizaje. El arte sonoro de Llorenç se
compadece así más con los Misterios (antiguos) que con una certidumbre, más con
un fenómeno que no con un nóumeno, más con el hacer -que es la esencia de la poiesis- que con el decir.
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En mi casa |
De este modo, LB es símbolo y epítome total de fisicidad,
convertida y transmutada en espíritu, en élan
vital, en aire en movimiento, soplo, silbo, estampida, que es precisamente
la esencia del sonido. Uno que nos ha capturado y que nos ha incorporado a sí
mismo, metáfora perfecta del órgano gigante de Rudolph Wurlitzer en el que un
podía meterse adentro, y hacerse aire y movimiento. Y eso permite a LB volver a
su origen, a ese joven que tocaba los viejos órganos de pueblo en pueblo,
elevando su música hacia los cielos del Levante, homenaje al sol que nace.
Coda: En el debate me preguntaron por tres palabras o cuatro palabras que acotan, o circunscriben a LB. Yo mencioné Libertad; Imperturbabilidad o ataraxia; Autenticidad y Disponibilidad. Y también destaqué algo que allí era evidente, notable en la presencia de tanta gente joven que sigue a LB, pues ese es su magisterio, la manera que tiene su obra para permitir que todos volvamos a sentir que lo podemos hacer todo..., como dioses.