LOS COMENTARIOS

To the Happy Few: espero que estos comentarios y las otras ideas o divagaciones que siguen en la bitácora presente puedan ser de alguna utilidad a quien quiere seguir o ya está en este oficio o carrera de las letras, ya porque sea muy joven y no tenga a quién acudir, o ya porque no siendo joven de cuerpo sí lo sea de espíritu, y desee o considere que es adecuado, con toda llaneza, combatir de este modo que ofrezco el aburrimiento...

Las reglas de uso que propongo al usuario son simples: que tus comentarios busquen la contundencia de la piedra lanzada y suspendida en el aire, buscando allí afinar la idea.

Deseo también que estos pequeños dardos de este diario personal que aquí inicio sirvan como disparadero de ideas para otros proyectos ajenos destinados a otros espacios.

Por último, los diálogos que se produzcan los consideraré estrictamente privados. Y no es preciso poner punto final a los mismos, pues incluso los ya transitados pueden recrudecerse pasado un tiempo.

lunes, 3 de octubre de 2011

My Brother´s Keeper. James Joyce.

Ahora que estamos con la idea de la vocación literaria, releo y reviso al azar el libro que Stanislaus Joyce dedicó a su hermano James, y cuya traducción al castellano tuve la suerte de promocionar en mi época de corresponsal o representante de la Editorial Adriana Hidalgo en España. El título para la versión española fue mal elegido. "My Brother´s Keeper", El guardián de mi hermano, tiene una contundencia que no tiene "Mi hermano James Joyce", que supongo que buscaba ser más evidente, o más comercial, a costa de ser menos literario. Sea como fuere, el libro está escrito sin pretensiones de gran literatura y eso le brinda valor a esa Quest for Joyce. Y nos ofrece un escritor sin todas esas muletilllas que consiguen hacer su textos más oscuros y que sólo sirven para alimentar el ego crónico y maniático de los críticos académicos.
Por una parte, asistimos al nacimiento del escritor a la vida propia, y al tiempo al derrumbe de la vida familiar, la del origen. Y aunque Stanislaus se empeña en destrozar y condenar al borracho de su padre, hay algo en la caída de este, en su decadencia ilimitada y alcohólica, que fue trasmitido a James. Un tara jánica, un cierto tipo de elegante desprendimiento de todo lo humano sin el cual este tipo de escritor tal vez no hubiera sido posible. De ahí el amor por su padre, por su patria, Irlanda, y por el catolicismo que hizo de Joyce un descreído ritualista con un cierto sentido en el mundo. Todo ello, por supuesto, una vez rechazado, una vez digerido como persona adulta, fue, a su debido tiempo, trasladado a su verdadera, nueva y única religión sustitutiva, la literatura. Dice Stanislaus: "cuando estaba en juego la literatura, no toleraba interferencias en su trabajo, y así se tratara de la guerra europea o mundial, la consideraba una inadmisible incomodidad".
Queda claro que JJ no era pretencioso en esto, sino sincero. Un escritor que odiaba lo falso y lo convencional. Sigue Stanislaus: "mi hermano tuvo además la ventaja adicional de ser un desgraciado en un país desgraciado. La infelicidad fue como un vicio que lo forzaba a valerse de la experiencia directa o a refugiarse en los sueños. No era posible ningún compromiso consolador". Stanislaus lo compara con esas elegantes discusiones de los escritores ingleses de la época, adormecidos por el ambiente de la sociedad confortable, y que incluso cuando discuten de problemas trascendentes lo hacen con ese aire de quien podría estar jugando al golf. "Sus conversaciones brillantes" -sigue Stanislaus- "dan la impresión de una académica discusión de sobremesa. Pero como en Irlanda falta hasta la cena, las discusiones, en consecuencia, adquieren un tono diferente. El problema del diario sustento no puede dejarse de lado. Para mi hermano, la vida no fue un interesante tema de discusión, fue una pasión". 
Sí, El guardián de mi hermano nos muestra que para JJ la enseñanza de la soledad, de la pobreza, del aislamiento, fueron en su caso su madre coraje, la prueba de fuego que forjó la vocación del verdadero artista.
Claro que a nadie, para ser escritor, le es exigible este tipo de heroicidad literaria llevada a la vida avant la lettre pues ello es, a modo de virtud supererogatoria, patrimonio de los héroes y de los aventureros de verdad, salvo que uno quiera ser un Joyce, un Conrad o un Lowry.  Indomable estirpe que no está al alcance de todos...

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