LOS COMENTARIOS

To the Happy Few: espero que estos comentarios y las otras ideas o divagaciones que siguen en la bitácora presente puedan ser de alguna utilidad a quien quiere seguir o ya está en este oficio o carrera de las letras, ya porque sea muy joven y no tenga a quién acudir, o ya porque no siendo joven de cuerpo sí lo sea de espíritu, y desee o considere que es adecuado, con toda llaneza, combatir de este modo que ofrezco el aburrimiento...

Las reglas de uso que propongo al usuario son simples: que tus comentarios busquen la contundencia de la piedra lanzada y suspendida en el aire, buscando allí afinar la idea.

Deseo también que estos pequeños dardos de este diario personal que aquí inicio sirvan como disparadero de ideas para otros proyectos ajenos destinados a otros espacios.

Por último, los diálogos que se produzcan los consideraré estrictamente privados. Y no es preciso poner punto final a los mismos, pues incluso los ya transitados pueden recrudecerse pasado un tiempo.

domingo, 14 de enero de 2018

La Generación del 87. Orígenes y destinos desde La Luna de Madrid.

Este jueves 18 de enero de 2018, en la Sala Sur de Conde Duque de Madrid, presentamos la exposición La Generación del 87. Orígenes y destinos, que he comisariado junto a Félix Cábez e Inma Ruiz, que han hecho un trabajo increíble para sacar este proyecto adelante. Hoy domingo 14, El PAÍS semanal dedica un amplio reportaje o ensayo fotográfico dedicado a este proyecto, que retoma las peripecias de lo que éramos hace treinta años y nos lo devuelve ahora, cual ejercicio de memoria que nos pone sobre la mesa ese extraño rostro que fuimos, casi como un encuentro con el espejo de ese otro que somos ahora, y que le pregunta al de entonces de qué va esto de la vida que nunca acaba, porque comienza cada día. Menos para los amigos retratados entonces que están presentes de otro modo, como Lluis Martí Ragué, el amigo escritor barcelonés que sólo vivió 23 días a su año de la Generación del 87. 

El origen del proyecto, extrañamente concluido ahora, comienza hace más de treinta años, a principios de 1987, cuando publicamos en La Luna de Madrid un número especial de fotografía que reflejaba -o hacía una apuesta- de nombres y rostros que nos parecían relevantes o interesantes en aquel momento. Como habíamos escrito unos años antes, en 1983, en el editorial del nº 1 de la propia Luna de Madrid, nunca una generación en España había tenido que quemar tantas etapas de golpe, pasando de ser progres, hippies y contraculturales a ser punkis, mods y modernos, pues en diez años hubo que hacer mil transiciones, otros tantos malabarismos mentales y cambiarse el disfraz de lo que uno era, -no sólo el del día por el de la noche-, hasta llegar a un momento el que, supongo, ni nosotros sabíamos muy bien quiénes éramos. Tal vez ahora tampoco lo sepamos. Y en eso consiste un poco la vida, en no saber quién somos y en ir descubriendo paso a paso el enigma de «un futuro que ya está aquí», pero que no acertamos a descifrar.



Aquellos años de movidas y de posmodernidades fueron, por encima de todo, un canto al presente, al día a día, en una España y en un Madrid sin recursos, muy pobres, y el que todo estaba por hacer. La carencia de medios, la ruina generalizada, la ausencia de un Estado protector y rico, se superaba con improvisación y espontaneísmo. Había que inventarse cada mañana, para sobrevivir, y más si uno quería ser artista, escritor, músico o algo relacionado con este mundillo cultural. La única manera de hacer esto era recurrir al grupo, a la tribu, a los amigos, de manera muy libertaria, muy enloquecida y muy generacional.

Por el camino nos dejamos más que muchas plumas, porque nuestro propio cuerpo, al igual que el cuerpo de la ciudad, con sus calles, era «el cuerpo del amor» donde experimentábamos cada día una nueva forma de vivir y sentir. Muchas de las reivindicaciones de otras formas de vida, y de otros consumos alternativos, los pusimos nosotros por primera vez sobre la mesa en aquella España rancia, postfranquista y pacata que nos había caído en suerte. Recuerdo cómo nos reímos cuando supimos que allá por el 1983 el obispo de París, luego de ver un reportaje sobre una de nuestras alucinantes fiestas-concierto, declaró: “Si esta es la nueva España, pobre España”. Sí, entre todos, conseguimos darle la vuelta a todo aquello. Y pasarlo muy bien. Por eso escribí, en su momento, que «si viviste los ochenta y te acuerdas, es que no los viviste», una frase que resume mucho el espíritu de aquel tiempo callejero, porque el epicentro de nuestra revista era la calle y la ciudad recuperada, como espacio y órgano de creación, eso sí, con un fondo musical y nocturno

La Luna de Madrid fue un estado de ánimo colectivo, una revista-foro, coral, una combinación-túrmix de corte de los milagros que teníamos que hacer cada mes para sacar la revista a la calle, agitando, provocando,  generando propuestas y recogiendo otras; un espacio común donde las diversas tribus urbanas y culturales podían visitarse hasta formar, como resultante, un largo y desenfadado etcétera de profesiones, personas, ocupaciones y ocios mezclados en la comunal algarabía de sus enormes páginas. Una de las habilidades de nuestra revista fue la de mezclar lo serio con lo frívolo, lo cultista con lo vulgar y lo repentino, lo clasificado con lo inclasificable, y en el camino hacia la astracanada, acertar: pues una gran parte de los colaboradores allí presentados son los que hoy, con las alzas y las bajas propias de una época difícil y arriesgada, siguen dando juego en nuestro panorama cultural. 

En aquel número de rostros que hoy nos interrogan desde aquel tiempo de hace treinta años, hacemos un repaso a una de nuestras propuestas y apuestas de aquel momento. En este caso, el juego consiste en ver qué pasó con aquel corte generacional que la redacción de La Luna de Madrid propuso como “figuras, personajes, y protagonistas” de aquel “instante cuya anatomía” ha quedado detenida en el tiempo y en las páginas de la revista. Treinta años después, con el concurso de algunos de los fotógrafos de entonces, pero incorporando los nuevos de hoy, volvemos por donde solíamos, y de paso a preguntar a aquellos amigos por sus vidas, por sus caminos, y tal vez, al averiguar esto, tal vez sabremos cómo nos ha ido a todos en este juego de la vida, que ahora sabemos que ya no es un juego. ¿O tal vez sí?

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