LOS COMENTARIOS

To the Happy Few: espero que estos comentarios y las otras ideas o divagaciones que siguen en la bitácora presente puedan ser de alguna utilidad a quien quiere seguir o ya está en este oficio o carrera de las letras, ya porque sea muy joven y no tenga a quién acudir, o ya porque no siendo joven de cuerpo sí lo sea de espíritu, y desee o considere que es adecuado, con toda llaneza, combatir de este modo que ofrezco el aburrimiento...

Las reglas de uso que propongo al usuario son simples: que tus comentarios busquen la contundencia de la piedra lanzada y suspendida en el aire, buscando allí afinar la idea.

Deseo también que estos pequeños dardos de este diario personal que aquí inicio sirvan como disparadero de ideas para otros proyectos ajenos destinados a otros espacios.

Por último, los diálogos que se produzcan los consideraré estrictamente privados. Y no es preciso poner punto final a los mismos, pues incluso los ya transitados pueden recrudecerse pasado un tiempo.

domingo, 9 de enero de 2011

La histeria de los pueblos, y de las personas. Robert Musil.

Los historiadores, que son los escritores de la patrias y los pueblos y todos esos sujetos colectivos tan molestos para nosotros, los escritores y los poetas, nunca han dejado de ser y de ocupar el lugar de los antiguos cronistas, coronistas, encargados de glosar las hazañas de reyes y prelados. Son coronistas, en el sentido de que no sirven a Cronos sino a la Corona o a la Tiara. Por eso sus crónicas, sus relatos, son más exactos que los nuestros, pero menos ciertos. En todo caso, su abundancia de datos y citas no les hace ser más veraces que nuestras interpretaciones noveladas o filosofadas de lo que pasó en tal o cual periodo histórico. Las numerosas pruebas que presentan para demostrar su objetividad es la prueba de su mentira. Por esto mismo cada nación, pueblo o tribu, batalla por imponer su visión y la de sus cronistas de soldada. Un ejercicio siempre útil consistiría en estudiar la historia de un país contada por los cronistas de la nación rival. Pero eso equivaldría a desarmarse o a desarmar la histeria de las patrias.
Hannah Arendt tenía una opinión pésima de las "ciencias históricas", en el sentido de que el Estado les dictaba lo que tenían que decir y porque la "verdad" se construía como materia interpretable. Al margen de este ejercicio de manipulación evidente y que Arendt vivió de primera mano entre los años treinta y sesenta, la realidad es que cada generación cambia el criterio de lo que es relevante para cada conjunto de hechos, en cuanto a que aún estando marcados por lo inevitable, por su condición de "suceso", tal vez lo más interesante sea la posibilidad que se nos brinda de revisar cada uno de esos sucedidos, no tanto porque hayamos descubierto nuevas fuentes de documentación como que nuestros criterios a la hora de señalar lo aceptable y lo inaceptable han cambiado.
Lo que está claro es que en todo caso son más aburridas. Por eso para leer el s.XIX leemos a Clarín o a Galdós, a Zola o a Dickens, a todos los rusos, e incluso leemos a Sarmiento. Pero es raro que leamos a los historiadores del momento o a sus sucesores. Antes bien, cada cierto tiempo, los historiadores de hoy se ven obligados a rehacer las interpretaciones de sus predecesores, casi siempre con la excusa de que han aparecido nuevas fuentes... En realidad, lo sabemos, es un ejercicio de maquillaje. Cada generación que encarna el  sujeto colectivo al que se dirige el cronista de turno necesita ser reafirmada en su impostura; las vetustas columnas  que sostienen los libros de la patria han de ser apuntaladas mediante una buena dosis de colágeno, y aquello que ya no interesa, bien porque nuestro gusto se ha moderado y no soportamos la sangre o bien porque crueldad con la que se ejerció el imperio, grande o chico, ya no casa con estos tiempos igualitarios, debe ser aggiornado, para decirlo en fino y para que resulte aceptable a nuestro almibarado paladar.
Todos los intentos serios  habidos con la idea de hacer un libro de historia común para enseñanza de los escolares han fracasado. ¿Cómo habían de ponerse de acuerdo en semejante proyecto franceses y alemanes?, ¿polacos y rusos?, ¿españoles y americanos?, ¿norteamericanos y el resto?, ¿nipones y chinos? Y ¿europeos y árabes, por mencionar un conflicto abierto y agrandado merced a la herida siempre abierta de una Palestina ocupada? Como bien nos recordaba Edward Said en su ejemplar estudio acerca del Orientalismo (1978), o Amin Maalouf en Las cruzadas vistas por los árabes (1983) lo que nos encontramos son al final visiones, intepre-traiciones guerreras de construcción del otro, con objeto de deformarlo, de convertirlo en objeto, en sujeto de burla y prejuicio, con el fin último de proseguir el ejercicio de la dominación...
Lo decía Robert Musil, por boca de Ulrich, "la verdad no es, claro está, ningún cristal que se puede meter en el bolsillo, sino un líquido ilimitado en el que uno cae." Yo sospecho muy mucho que con las personas pasa algo parecido. Y es posible que el recurso al divorcio cada vez más generalizado en las sociedades abiertas  tenga que ver con el desasosiego que nos produce el paso del tiempo junto a un testigo que nos conoce demasiado, que lo sabe todo. Con la agravante de que nuestras vidas son cada vez más largas, y se hacen casi interminables.Y Borges ya nos había prevenido contra los riesgos de la eternidad y la extremosa memoria. Así, en una sola de estas tan largas vidas han cambiado tanto los gustos y los hábitos que se nos hace preciso reescribirnos, puesto que nuestro propio pasado se nos hace del todo incómodo, insoportable, inenarrable para nosotros y para los otros. Por poner un ejemplo extremo pero eficaz: imaginemos a un franquista explicando por enésima vez por qué aquello que hizo tenía un sentido..., o que en realidad ya no tenía ninguno. O a un ex-fumador, o a un ex-terrorista o a un ex-cura..., haciendo lo propio. 
Para evitar estos enojos el remedio más eficaz es cambiar, y el divorcio es uno de esos cambios radicales que nos permiten describrirnos a nuestro antojo, recontarnos, reinventarnos ante nuestra nueva pareja y ante un nuevo círculo de amigos dispuestos a poner la oreja, con frescura, a cambio de que nosotros escuchemos como nuevas sus viejas mentiras...

1 comentario:

  1. Scratch ,scratch , cross out write ,write scratch ,cross out
    all in good time ?
    I didn't get the complete version of this one.

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