LOS COMENTARIOS

To the Happy Few: espero que estos comentarios y las otras ideas o divagaciones que siguen en la bitácora presente puedan ser de alguna utilidad a quien quiere seguir o ya está en este oficio o carrera de las letras, ya porque sea muy joven y no tenga a quién acudir, o ya porque no siendo joven de cuerpo sí lo sea de espíritu, y desee o considere que es adecuado, con toda llaneza, combatir de este modo que ofrezco el aburrimiento...

Las reglas de uso que propongo al usuario son simples: que tus comentarios busquen la contundencia de la piedra lanzada y suspendida en el aire, buscando allí afinar la idea.

Deseo también que estos pequeños dardos de este diario personal que aquí inicio sirvan como disparadero de ideas para otros proyectos ajenos destinados a otros espacios.

Por último, los diálogos que se produzcan los consideraré estrictamente privados. Y no es preciso poner punto final a los mismos, pues incluso los ya transitados pueden recrudecerse pasado un tiempo.

sábado, 14 de enero de 2012

La prisa. Rilke.

La vida sigue y avanza, inexorable, con nosotros, contra nosotros o sin nosotros, desconocedora por completo del significado que podamos atribuir a este año 2012, nacido en un parto que aúna augurios de milenaristas tradicionales y de desencantados tecnócratas de nuevo cuño, de exégetas de la cultura maya y de predicadores del fin del capitalismo, o de Occidente, o de Todo. La vida, desconocedora de estas cavilaciones, sigue adelante. Sin prisa alguna. Y yo de nuevo luchando con los editores: unos me dicen buenas palabras, formales a veces,  otros responden con calidez. Pero hay que esperar; no hay caso. Hasta aquellos que con los que ya he firmado o apalabrado un calendario de publicación, me piden paciencia. La crisis que nos aprieta, como la vida, tampoco conoce el calendario. Yo lo comprendo; siendo como soy un "worstseller" ya bastante es tener editores que de vez en cuando publican alguno de mis durmientes libros o ensayos. No debo quejarme, me dice algún amigo escritor.
Pero eso tiene una gran ventaja que sólo ahora descubro como ventaja, porque durante años la consideré como desgracia, una vez perdido el poder mediático que disfruté durante mis felices veinte. Pues gracias a que tardan tanto en publicarse mis cosas, y que por lo demás debo vender mi fuerza de trabajo a otros armadores de esta feria, lo cierto es que nunca dejo de corregir, retocar, pulir esos libros, cuestionando o mejorando, versos, frases, enfoques. Mejorando, digo, eso creo. Lo cierto es que con los años me he ido acostumbrando a este divertido oficio de afilador de sentencias o de corrector de mí mismo. Sí, ¡saber adelgazar!, ¡saber enmendarse uno!, ¡saber moderar un juicio apresurado! Dejar como una patena del pensamiento: ¿sirve todo ello de algo? el diablo lo sabe, que desde luego, a la vida, como decimos, poco le importa.
Sea como fuere, al final parecen ser virtudes aquellas que recomiendan una cierta economía verbal. Y es así ventaja adicional y no menos importante que gracias a que me publican poco, he dicho también menos tonterías que otros. No hay libros apresurados de los que me arrepiento. Y si miro hacia otro lado, ¡cuantos escritores, plumíferos y periodistas notorios, es decir, de neón, han publicado a dos carrillos y hasta llegado a la RAE o recibido el Cervantes y otros premios a base de publicar a trochemoche!
Se trata pues de buscar el justo término. Renato María Rilke le recomendaba a aquel joven cadete para quien escribe las Cartas a un joven poeta que en efecto no se apresurase. Dice Rilke otras cosas preciosas que aquí copio: "Las obras de arte son de una infinita soledad, y por nada son tan poco abordables como por la crítica. Solamente el amor puede comprenderlas y tratarlas y ser justo con ellas. Dese usted siempre razón, y désela a sus sentimientos ante cada discusión, nota crítica o prólogo de tal laya, y aún si usted no tuviera razón, el crecimiento natural de su vida íntima lo conducirá, despacio y con el tiempo,a otras certezas. Deje que en sus juicios se opere el desarrollo propio, tranquilo, no perturbado que, como todo progreso, tiene que derivar de lo íntimo, sin que pueda ser acelerado o instado por nada. Todo es: llegar hasta el término, y después dar a luz".
En fin, confiemos que esta apología de la lentitud y del llamado movimiento slow no suene mucho a excusa por lo escrito o justificación por lo parco.

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