LOS COMENTARIOS

To the Happy Few: espero que estos comentarios y las otras ideas o divagaciones que siguen en la bitácora presente puedan ser de alguna utilidad a quien quiere seguir o ya está en este oficio o carrera de las letras, ya porque sea muy joven y no tenga a quién acudir, o ya porque no siendo joven de cuerpo sí lo sea de espíritu, y desee o considere que es adecuado, con toda llaneza, combatir de este modo que ofrezco el aburrimiento...

Las reglas de uso que propongo al usuario son simples: que tus comentarios busquen la contundencia de la piedra lanzada y suspendida en el aire, buscando allí afinar la idea.

Deseo también que estos pequeños dardos de este diario personal que aquí inicio sirvan como disparadero de ideas para otros proyectos ajenos destinados a otros espacios.

Por último, los diálogos que se produzcan los consideraré estrictamente privados. Y no es preciso poner punto final a los mismos, pues incluso los ya transitados pueden recrudecerse pasado un tiempo.

domingo, 13 de febrero de 2011

Lo que dejamos en los libros. Bruno Schulz

Regresar, volver, retornar, desandar. La obligación de pertenencia que uno siente nos sitúa ante la paradoja de emplear cada tanto estos verbos, como quien se pone una vieja chaqueta que las nuevas modas han convertido en ademán excéntrico. En ese mismo armario, o al abrir las cajas arrumbadas en el trastero de la enésima mudanza, aparecen los signos y las evidencias de todo nuestro tiempo en el mundo. Porque en cada uno de nosotros palpita eso, ni más ni menos, todo el tiempo del mundo. Entre cajas, luchando por salir de los cartones, aparecen las voces, lo que se dijo y lo que no se dijo, los retratos individuales de los que hoy ya no constan en el Registro de Hacienda. Seguir adelante cada día es eso, abrir y cerrar cajas para enterrar evidencias, para olvidar nombres y personas de lugares, días, por no indagar en nuestra sedicente precariedad y consciencia de que al final del trastero hay una caja que nos espera, que otros abrirán y cerrarán con parecida indulgencia sin que merezca, siquiera, unas líneas. 
Y aún con todo, hay algo raro entre esos sonidos y signos atrapados que nos conmueve. El envoltorio de certezas de la historia humana nos oculta algo. Es la sensación de que lo mejor de la peripecia vivida no esta ahí, en esos libros y documentos que por largos o por muy contundentes que sean acaban todos escamoteando los más bellos argumentos, las pasiones vividas y los sueños entrevistos.
Y sin embargo, en la clamorosa frase de Schulz, la perezosa siesta del jardín vibra en el estrépito de las moscas, está sin duda una tarde de hace ochenta años, una tarde hermosa y previa al desastre absoluto de Europa y del propio Schulz, y que sólo podemos ahora entrever, y esto que entrevemos, lo que nos queda, el instante recogido, no es sino una puerta hacia otros jardines que sólo por analogía o por traslación mnemónica visitaremos, siguiendo tal vez su estela, y si hay suerte, tocando sin saber el mismo y rápido arpegio que nos hará retomar el hilo perdido de aquella misma tarde, hacia otra frase...

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