LOS COMENTARIOS

To the Happy Few: espero que estos comentarios y las otras ideas o divagaciones que siguen en la bitácora presente puedan ser de alguna utilidad a quien quiere seguir o ya está en este oficio o carrera de las letras, ya porque sea muy joven y no tenga a quién acudir, o ya porque no siendo joven de cuerpo sí lo sea de espíritu, y desee o considere que es adecuado, con toda llaneza, combatir de este modo que ofrezco el aburrimiento...

Las reglas de uso que propongo al usuario son simples: que tus comentarios busquen la contundencia de la piedra lanzada y suspendida en el aire, buscando allí afinar la idea.

Deseo también que estos pequeños dardos de este diario personal que aquí inicio sirvan como disparadero de ideas para otros proyectos ajenos destinados a otros espacios.

Por último, los diálogos que se produzcan los consideraré estrictamente privados. Y no es preciso poner punto final a los mismos, pues incluso los ya transitados pueden recrudecerse pasado un tiempo.

miércoles, 2 de febrero de 2011

El deber, y la precaria eternidad del escritor. Norbert Elias.

En su momento, comenté contigo una idea relativa al deber, al deber del escritor, que por otro lado no se debe separar mucho del concepto del deber que tiene por lo demás cualquier persona. Quiero decir con esto que al ser humano le queda y le aguarda la elección del deber, de su deber, como quizá su rasgo más humano de todos los posibles. La ética contemporánea siempre ha enfatizado esta cuestión del deber como nuestra relación con los otros pero desde nuestra propia elección. Es esta la tradición ilustrada: no hay, por así decirlo, libertad muda o hibernada, en estado de silencio, salvo tal vez en la infancia, sino que esta se manifiesta a sí misma cuando se pone en movimiento: en relación con los otros.
Y esta relación se produce a modo de oportunidad, no de obligación. Es aquí donde intervienen las reglas de la paridad, el intercambio y todo aquello que excluya el dominio y la jerarquía no elegida. Y aún con esto debemos tener mucho cuidado, pues el deber tampoco es un absoluto y por tanto se produce desde la asunción de nuestra provisionalidad en el mundo.
¿Que tiene que ver este ex-curso filosofante con el mundo del escritor? Bien, te diré que para alguien como yo, que no cree en una vida ultraterrena stricto sensu, el sentido del deber, y el deber mismo, siempre ha estado vinculado a la idea de trascendentalidad, de permanencia, de ir un poco más allá de la muerte, aunque sea en esa precaria eternidad que significa confiar en la memoria de las personas que nos conocen y nos leen, en mi caso pocas. Me he referido a esto, en otros momentos, hablando de la idea de antorcha, o también empleando el símil de la carrera de relevos. Y estos días, leyendo a Norbert Elias, encontré la misma idea, casi con idéntica formulación, fenómeno de sincronía del todo frecuente en este mundo de tantas antorchas pasadas.
Dice Elias: "Lo que resulta insoportable en nuestros días es el enfrentamiento cara a cara con la limitación de la vida individual. No logramos vernos como portadores de una antorcha que hemos de entregar al relevo, no aceptamos la cadena de entramados humanos en la que vivimos, intentamos encubrir la finitud de nuestra individualidad", (pág. 13. La soledad de los moribundos, FCE, México, 1982, 2009).
Por suerte para todos, la digitalización de los documentos y la facilidad de almacenamiento y trasmisión de los mismos ha ampliado un poco la capacidad de esa precaria eternidad, que ahora ya puede, con comodidad y poco gasto, incluir y salvar en su cielo no sólo a los best sellers sino también a los worst sellers, como es mi caso.
Y sin embargo, hacia quien fuere, incluyendo en ese quiere fuere a mí mismo, la idea del esfuerzo, del transmitir, del continuar ejerciendo mi oficio de escritor, se fundamenta sobre ese sentido superlativo del deber, que en el escritor le obliga a seguir describiendo el mundo. Y ello desde su libertad, auto-elegida. Claro que podría perfectamente callar, en un momento dado, y dejar de escribir. O escribir menos. O considerar que ya está dicho lo que debía que decir.
(Este es un problema que en todo caso tal vez afecte a los escritores que tienen un público sediento de seguir oyendo su voz, o eso creen ellos, y sobre todo un agente literario y una editorial sedientos de nuevos ingresos.  De nuevo no es mi caso, y esta es una idea que me aparta del tema).
Para terminar, otra cita de Elias, relacionada con nuestro debate: el deber del escritor, y de nuevo, el de cualquier persona, estaría también en relación con "la plenitud de sentido de sentido del individuo y su significado que, en el curso de la vida, alcanza para los demás, bien por su persona, por su comportamiento o por su trabajo" (pág. 103, op. cit.). Ese es tal vez nuestro cielo: dejar un buen recuerdo poblado de palabras y gestos que nos honren.

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