Este es un blog para personas que piensan que la literatura es la verdadera religión de nuestro tiempo y de todos los anteriores, y que con Juan Ramón Jiménez repiten: "Los dioses no tuvieron más sustancia que la que tengo yo".
LOS COMENTARIOS
To the Happy Few: espero que estos comentarios y las otras ideas o divagaciones que siguen en la bitácora presente puedan ser de alguna utilidad a quien quiere seguir o ya está en este oficio o carrera de las letras, ya porque sea muy joven y no tenga a quién acudir, o ya porque no siendo joven de cuerpo sí lo sea de espíritu, y desee o considere que es adecuado, con toda llaneza, combatir de este modo que ofrezco el aburrimiento...
Las reglas de uso que propongo al usuario son simples: que tus comentarios busquen la contundencia de la piedra lanzada y suspendida en el aire, buscando allí afinar la idea.
Deseo también que estos pequeños dardos de este diario personal que aquí inicio sirvan como disparadero de ideas para otros proyectos ajenos destinados a otros espacios.
Por último, los diálogos que se produzcan los consideraré estrictamente privados. Y no es preciso poner punto final a los mismos, pues incluso los ya transitados pueden recrudecerse pasado un tiempo.
lunes, 31 de diciembre de 2018
Feliz 2019: el círculo cuadrado
En todo caso, para algunos de los antiguos, como Amonio Sakkas y otros gnósticos con los que me entretuve en «Hijos del Trueno. Mitos y símbolos en el Camino de Santiago» la verdadera noche de la ignorancia tenía que ver más con el Olvido que con la Caída, que es aquel un concepto muy ajeno al viejo paganismo politeísta que vivificó los tiempos primeros, y que nos es tan querido.
Así, frente a este monopolio del Gran Hermano antes divino, actualizado hoy en la Galaxia Rural sita en la Red de Redes, como GAFAM, acrónimo de Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft, Fernando Savater vindicaba en «La Piedad Apasionada» y en «De los Dioses y del Mundo», allá por 1975, aquel paganismo en el que «todo estaba lleno de dioses, pero ningún Dios estaba en todas partes», pues decimos, acaso, un Dios omnipresente, un Dios GAFAM, ¿no es un atentado contra nuestra libertad de pensamiento, contra nuestra intimidad, contra nuestra privacidad? Pues ni el viejo Dios ni el nuevo GAFAM, en verdad, deberían saberlo todo.
Esta última reflexión me sirve de pastilla publicitaria para anunciar que voy a reeditar esos dos libros citados en la Colección Fuera de Lugar, que bajo el sello Polibea que anima el bueno e ilustre de Juan José Martín Ramos, comienzo a dirigir en este año 2109, de acuerdo con el actual calendario gregoriano. Será esta colección un pequeño espacio recoleto que recogerá aquello sustancial que hemos olvidado de algunos de nuestros autores contemporáneos, sin distinguir género literario, y también aquello otro que no pudo verse en su momento, por estar, precisamente, fuera de lugar, quizá algo desubicado, en tiempo y lugar inconveniente, algo que, tal y como están las cosas, sea tal vez la mejor manera de estar en este 2019 que comienza. [Fin de la pastilla publicitaria].
Vuelvo a la felicitación, pues, aunque este rito de manifestar o sugerir o desear un tiempo feliz, en su raíz latina, un tiempo fecundo, fértil, un buen augurio parezca cosa manida y premeditada iteración, no conviene olvidar por lo que dije arriba la buena costumbre de felicitarnos y de desearnos lo mejor en el cambio de año o ciclo. Es también una manera de decirnos: ¡eh, que todavía estamos aquí!
Por otra parte, cada uno puede vincular el saludo al credo que mejor le plazca, desde aquel que se ciñe al Solsticio de Invierno, cuando se prendía en la vieja Europa celta el Yule Log, o el gran tronco propiciatorio cuyos restos servían para proteger las casas durante el resto del año, o a aquellos otros vinculados a la Navidad cristiana, o a los diversos papás noeles, nicolases, olentzeros, cagoners, magos de oriente y otros varios auspiciadores de bondades. Los devotos de la numerología están muy agitados con este 2019, cuya suma de sus cifras nos brinda un redondo 12, el dodecanario que evoca la perfección en tantas crónicas, y el círculo simbólico o cuadrado rotado en forma de lapis o piedra esencial según el maestro Cirlot.
Deseémonos, pues, un Feliz 2019, que se complazca en dejarnos releer y revivir las semillas maravillosas del pasado, y en sembrar las del tiempo presente.
lunes, 29 de octubre de 2018
Si construir es desafiar a los dioses...Homenaje a Llorenç Barber
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LB en su casa de El Cabanyal de Valencia |
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En el Arreciado, 2016 |
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Campanario de Alcùdia |
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En mi casa |
sábado, 6 de octubre de 2018
EL CAMINO DE ADRIANO. (UN VERANO INGLÉS)




Este viaje al pasado y al presente, en estos tiempos en los que el fantasma del nacionalismo y el particularismo recorre Europa, y en los que el Reino Unido quiere construir un muro llamado Brexit sobre el Canal de la Mancha, esconde una clara intención cosmopolita. Encierra, por tanto, un viaje al mundo del emperador hispanorromano que lo mandó construir; un emperador culto, un helenista practicante del poliamor a la griega, un devoto de los misterios órficos, mitraicos y délficos, un viajero incansable y curioso, un ser humanitario, pacifista para la época y universalista, en la línea de la filosofía estoica que profesaba, y que le hacía comprender que el mundo de Roma ya era el mundo del todo el imperio y, por qué no, de la humanidad.


Y por fin, para terminar de nuevo con Adriano, que es nuestro protagonista, El Camino de Adriano, (un verano inglés), es también un sueño de Europa, el de un itinerario cultural y el de un patrimonio compartido que tal vez imaginó Roma, o Publio Virgilio a través de Eneas, y que con mucho esfuerzo seguimos todos alentando, interpretando, a veces con intenciones aviesas, otras gracias a nuevas lucubraciones originales, como gustaba decir a nuestro admirado Juan Eduardo Cirlot. Espero que este, mi pequeño Adriano, sea una de ellas.
Diminutos lagos que jalonan el camino |
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Lannercost Abbey |
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El Puente del río Tripalt |
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Wyvern. Abadía Benedictina de Santa Werburga, luego Catedral de Chester |
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El camino entre bosques |
sábado, 3 de febrero de 2018
El libro del olvido
Hoy la he vuelto a llamar. Me dicen que se ha caído en el baño, mientras se duchaba. Se niega a que nadie la acompañe o ayude en esta tarea. Ella me dice que no está tan mal, que ella no es una impedida, o una vieja inútil. Estuvo cinco minutos inconsciente. Por suerte, la empleada que la cuida y atiende estaba allí, y la pudo sujetar. Pero el médico, por teléfono, ha indicado que se trata de un desvanecimiento sin más. Normal. No hay más que hacer. Mi oficio en la distancia es hacerla reír un rato. Me lo cuenta a su modo, me dice que no fue para tanto, un resbalón.
-Mamá -le pregunto- ¿no estarás tomando tragos? Hay viejos que se vuelven muy borrachines -le digo. Se ríe. Me dice que estoy loco, que qué cosas tengo, y nos reímos los dos, entregados al olvido que viene.
domingo, 14 de enero de 2018
La Generación del 87. Orígenes y destinos desde La Luna de Madrid.
El origen del proyecto, extrañamente concluido ahora, comienza hace más de treinta años, a principios de 1987, cuando publicamos en La Luna de Madrid un número especial de fotografía que reflejaba -o hacía una apuesta- de nombres y rostros que nos parecían relevantes o interesantes en aquel momento. Como habíamos escrito unos años antes, en 1983, en el editorial del nº 1 de la propia Luna de Madrid, nunca una generación en España había tenido que quemar tantas etapas de golpe, pasando de ser progres, hippies y contraculturales a ser punkis, mods y modernos, pues en diez años hubo que hacer mil transiciones, otros tantos malabarismos mentales y cambiarse el disfraz de lo que uno era, -no sólo el del día por el de la noche-, hasta llegar a un momento el que, supongo, ni nosotros sabíamos muy bien quiénes éramos. Tal vez ahora tampoco lo sepamos. Y en eso consiste un poco la vida, en no saber quién somos y en ir descubriendo paso a paso el enigma de «un futuro que ya está aquí», pero que no acertamos a descifrar.
Por el camino nos dejamos más que muchas plumas, porque nuestro propio cuerpo, al igual que el cuerpo de la ciudad, con sus calles, era «el cuerpo del amor» donde experimentábamos cada día una nueva forma de vivir y sentir. Muchas de las reivindicaciones de otras formas de vida, y de otros consumos alternativos, los pusimos nosotros por primera vez sobre la mesa en aquella España rancia, postfranquista y pacata que nos había caído en suerte. Recuerdo cómo nos reímos cuando supimos que allá por el 1983 el obispo de París, luego de ver un reportaje sobre una de nuestras alucinantes fiestas-concierto, declaró: “Si esta es la nueva España, pobre España”. Sí, entre todos, conseguimos darle la vuelta a todo aquello. Y pasarlo muy bien. Por eso escribí, en su momento, que «si viviste los ochenta y te acuerdas, es que no los viviste», una frase que resume mucho el espíritu de aquel tiempo callejero, porque el epicentro de nuestra revista era la calle y la ciudad recuperada, como espacio y órgano de creación, eso sí, con un fondo musical y nocturno
La Luna de Madrid fue un estado de ánimo colectivo, una revista-foro, coral, una combinación-túrmix de corte de los milagros que teníamos que hacer cada mes para sacar la revista a la calle, agitando, provocando, generando propuestas y recogiendo otras; un espacio común donde las diversas tribus urbanas y culturales podían visitarse hasta formar, como resultante, un largo y desenfadado etcétera de profesiones, personas, ocupaciones y ocios mezclados en la comunal algarabía de sus enormes páginas. Una de las habilidades de nuestra revista fue la de mezclar lo serio con lo frívolo, lo cultista con lo vulgar y lo repentino, lo clasificado con lo inclasificable, y en el camino hacia la astracanada, acertar: pues una gran parte de los colaboradores allí presentados son los que hoy, con las alzas y las bajas propias de una época difícil y arriesgada, siguen dando juego en nuestro panorama cultural.