LOS COMENTARIOS

To the Happy Few: espero que estos comentarios y las otras ideas o divagaciones que siguen en la bitácora presente puedan ser de alguna utilidad a quien quiere seguir o ya está en este oficio o carrera de las letras, ya porque sea muy joven y no tenga a quién acudir, o ya porque no siendo joven de cuerpo sí lo sea de espíritu, y desee o considere que es adecuado, con toda llaneza, combatir de este modo que ofrezco el aburrimiento...

Las reglas de uso que propongo al usuario son simples: que tus comentarios busquen la contundencia de la piedra lanzada y suspendida en el aire, buscando allí afinar la idea.

Deseo también que estos pequeños dardos de este diario personal que aquí inicio sirvan como disparadero de ideas para otros proyectos ajenos destinados a otros espacios.

Por último, los diálogos que se produzcan los consideraré estrictamente privados. Y no es preciso poner punto final a los mismos, pues incluso los ya transitados pueden recrudecerse pasado un tiempo.

viernes, 10 de abril de 2020

Diario de la peste (10, 7 de abril. Cabeza de chorlito)

Cabeza de chorlito
Las cifras temibles nos han dado un pequeño respiro. El negro marcador de la Puerta del Sol se ha movido cientos de veces, es cierto, pero lo hace a un ritmo más lento, como si la negra ker, guadaña en ristre, se lo pensara dos veces. Aquí ya voy teniendo bastante, masculla. Me voy a otros lares, que me esperan. Por si nos faltara algo, Chernóbil calienta motores, y el reactor se activa, ello gracias a un incendio que dicen provocado. Maldad. Pero también otro recordatorio de lo que estamos haciendo con el planeta. La fumarola radioactiva de Chernóbil es la punta del iceberg que se derrite en la Antártida. Vivimos en un mundo interconectado. 
En Madrid, el aire de la primavera se mueve entre calles vacías reescribiendo las hojas nuevas que traen vida, brillantes páginas en blanco que esperan escribidores que llenen de deseos las copas de los árboles, como esos bosques de bambú del Japón que llaman tanabata, y que alude a la historia china de dos jóvenes enamorados, una princesa y un pastor que fueron convertidos en estrellas, separados por el río de la Vía Láctea. Sólo una noche al año pueden volver a juntarse, la del séptimo día del séptimo mes, que cae en julio. Ese día la gente escribe deseos y súplicas en esos papelitos de colores que llaman tanzaku. Recuerdo un árbol entero que había en Sa Bassa Blanca, en Alcudia, obra de Yoko Ono, “Imagina que no hay países, que no hay posesiones, que no hay codicia”, cantaba Lennon, “Imagine”.
Parece difícil hoy pensar en esto. Pero sí, un aire de primavera atraviesa las murallas de esta ciudad sitiada. Es abril entrado, y a Lissie le toca recorte de puntas, sólo las puntas, y ponerse guapa, para cuando pueda volver a corretear los parques. No porque ella quiera jugar o flirtear con otros perros. No, no le interesan. Ni se acerca, ni a ellos ni a ellas. Su desprecio es tan evidente, sus rodeos y cambios de acera tan palpables, que suelo tener que excusar la distancia social que les dedica; hoy “de moda”, pero ella siempre. "Es un poco autista; vivió diez años en el monte, sola", suelo explicar a mis vecinos. Lissie, ingenua, en cambio, prefiere a los humanos. Cree que somos mejores que los de su especie. 
Nos contactamos a las pantallas con precaución. Las noticias de los frentes de batalla que nos llegan de los hospitales nos mantienen en vilo, según lo que indican que necesitan, y no tienen, y lo que nosotros, tristes inválidos, hacedores de palabras no podemos dar. Me aferro a la pluma, y a la tecla; yo no sé curar. Cuando la gente se muere a tu alrededor, cuando la gente sufre de una manera tan cercana, sientes que tienes el oficio más inútil del mundo. Hoy cambiaría todas mis palabras por uno de esos ventiladores que salvan vidas; dejaría todas mis quejas aparte por un rato de consuelo que de verdad lo fuera, para quien lo necesite.
Ayer me escapé, y bajé al refugio, con Lissie a mi vera, para que no nos alcanzaran las detonaciones de esos partes terribles. Y dediqué el día a escuchar música barroca cantada por el ángel noruego, Aksel Rykkvin, y a leer poesía china, que la tenía abandonada desde hacía años, desde la época en la que me hice con la maravillosa colección de la Columbia University Press, traducida por Burton Watson y Jonathan Chaves, en dos volúmenes de 500 páginas cada uno. De ello hace ya más de treinta, cuando aprendí a tirarme el I Ching, con varitas. Me acordé de ello el otro día, al citar a Li Po. Copio el comienzo este poema de Tu Fu, llamado el shih-sheng, el sabio de la poesía, en el que echa de menos a su amigo Li Po. Ambos vivieron en el siglo VIII de nuestra era, en plena dinastía Tang. Está escrito cuando ambos están en el destierro, confinados, como nosotros, y la enfermedad señorea los campos, como hoy. El poema titulado “Soñando con Li Po” dice así:
“Desvío la mirada de los muertos, ahogo mis sollozos.
Mas alejarme de los vivos me trae un dolor constante.
Al sur del Yangtsé está la tierra de la peste y la fiebre.
Pero ninguna palabra me llega del lejano exilio.
Mas esta noche mi viejo amigo ha venido en sueños,
y por fin han tenido premio mis largos suspiros”.

El gobierno nuestro ha tomado nota por fin, ya era hora, y deja que la prensa pregunte en directo, vía telemática. Falta que dejen repreguntar. Sus ministros y portavoces, civiles -ahora salen menos militares- se preocupan mucho por quienes difunden bulos y noticias falsas. Dicen que hay que vigilar esto, y en su caso legislar. Tal vez deberían mirar a los gobiernos de otros países. Empiezan a especular, para cuando se pueda, con las industrias y servicios esenciales que podrían comenzar a abrir, poco a poco, cuando la reclusión general de la población se relaje. Hablan de las Arcas de Noé, donde confinarán a los infectados asintomáticos, esos suertudos que contagian pero ni sufren ni padecen el virus, como los suecos. Propongo que abran las librerías, es este un servicio más esencial que los estancos o los quioscos que han permanecido abiertos. ¿Tienen acaso más derechos los fumadores y los lectores de la prensa que los lectores de libros? No se entiende. O sí. Salvo que pensemos (mal) que el impuesto del tabaco es necesario. Y que con el Cuarto Poder mejor no meterse mucho.
Los ricos, las estrellas, los famosos, los futbolistas se hacen selfies en sus grandes mansiones para contarnos lo mal que lo pasan. Debería darles vergüenza. Pero les está muy bien empleado a todos sus seguidores. Ahora pueden ver la catadura moral de esos sus líderes de opinión, siervos de las varias Operaciones Triunfo del planeta y de los Grandes Hermanos en los que ahora nos han metido a todos. ¿No queríamos participar? Pues ahí está; todos confinados en un programa global de encierro, tal vez ensayo general de lo que podrá venir. Sólo falta que nos metan la cámara en casa. Todo se andará. Los chinos, que en esta crisis llevan la delantera en todo, ya registran los rostros de los viandantes, así censados, sin ningún rubor. Aquí ya el gobierno ha solicitado a las compañías de telefonía que les entreguen los datos de movilidad de todos los usuarios, para ver si nos alejamos de las ciudades-celda. Lo siguiente será pedir los nombres de los que se escapan. Por el bien de todos.
En el río revuelto ¿nos hemos olvidado de los 100 millones del rey Juan Carlos de Borbón, de su fortuna en el extranjero y del habitual “yo no sé, yo no sabía” que esta familia aplica en estos casos, como se vio en el affaire judicial de sus Altezas Reales los Duques de Palma, hoy ex. Yo creo que este 14 de abril se merecen una buena cacerolada, a las 8 de la tarde, para que vean que no tenemos cabeza de chorlito, expresión procedente del euskera y que supone que los pájaros tienen poca memoria. Demostremos que no es así, y que aunque estemos en una jaula, tenemos memoria. Pásalo.

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