LOS COMENTARIOS

To the Happy Few: espero que estos comentarios y las otras ideas o divagaciones que siguen en la bitácora presente puedan ser de alguna utilidad a quien quiere seguir o ya está en este oficio o carrera de las letras, ya porque sea muy joven y no tenga a quién acudir, o ya porque no siendo joven de cuerpo sí lo sea de espíritu, y desee o considere que es adecuado, con toda llaneza, combatir de este modo que ofrezco el aburrimiento...

Las reglas de uso que propongo al usuario son simples: que tus comentarios busquen la contundencia de la piedra lanzada y suspendida en el aire, buscando allí afinar la idea.

Deseo también que estos pequeños dardos de este diario personal que aquí inicio sirvan como disparadero de ideas para otros proyectos ajenos destinados a otros espacios.

Por último, los diálogos que se produzcan los consideraré estrictamente privados. Y no es preciso poner punto final a los mismos, pues incluso los ya transitados pueden recrudecerse pasado un tiempo.

viernes, 10 de abril de 2020

Diario de la peste (6, 30 de marzo. Una raya más al tigre)

Una raya más al tigre 
Una vuelta de tuerca más. Lo han llamado oficialmente “hibernados”. Casi todo ha quedado parado. Internados en el comienzo de la tercera semana de encierro, y sin libertad ni bajo fianza, los españoles seguimos sin poder salir a pasear o a trotar, como hacen ingleses, franceses o belgas, por poner tres ejemplos. No digo nada de los suecos, que han pasado de todo y siguen saliendo a cenar en restaurantes, como si la cosa no fuera con ellos, “haciéndose literalmente los suecos” con el #coronavirus, a ver si este se olvida de ellos. Así, comenzamos todos, estos días de frío y nieve que trae un invierno tardío y renovado, a recibir toda una batería de mensajes llenos de misticismos varios, según la creencia de cada cual, e invitaciones a la reflexión, a la oración, cuando no, rápidos manuales de técnicas de meditación y yoga que uno, al fin, y tras mil postergaciones, puede al fin practicar. 
Una de las oraciones más especiales me la envía el editor de libros antiguos Manuel Moleiro. Es la atribuida a Antoine de Saint-Exupéry, y que pide, sobre todo, entereza para organizarse: Aquí la resumo: “Ayúdame a distribuir correctamente mi tiempo: dame la capacidad de distinguir lo esencial de lo secundario. Te pido fuerza, autocontrol y equilibrio para no dejarme llevar por la vida y organizar sabiamente el curso del día. Ayúdame a hacer cada cosa de mi presente lo mejor posible, y a reconocer que esta hora es la más importante. Guárdame de la ingenua creencia de que en la vida todo debe salir bien (...). ¡Enséñame el arte de los pequeños pasos!".  Sí, eso es lo que nos hace falta, y es que no es fácil organizarse sabiamente, por mucha voluntad que se ponga en ello.
Está claro. Es la hora de los “memento mori” latinos, que nos recordaban nuestra condición mortal, y que se lo susurraban al oído a los generales que entraban victoriosos en Roma, para bajarles los humos, y que ahora nos vuelven vía WhatsApp desde el confín de la Edad Antigua. No importa. No será lo peor salir de esta con tortícolis, contusionado en plena asana o voceando OM por la escalera. Lo importante será salir. Pero es que la sensación que cunde es que aquí no se salva ni el apuntador. Y que en un momento u otro todos vamos a pasar por el trance de cruzar este Rubicón de la peste del XXI que nos ha de poner a prueba. ¿Será la última o la primera de una serie? Hoy ha caído el Jefe de Epidemiología Nacional, quien nos daba el parte diario, y repetía, a modo de mantra: “Lo importante es no contagiarse”, para no sobrecargar el sistema...  
Escribía el maestro editor de Eds. Ibéricas y políglota mitólogo, Juan B. Bergua, en su célebre “Mitología Universal”, libro preparado en Francia, durante su largo exilio, que Pan, hijo de Hermes y de una pastora, de donde procede lo “pánico”, y el pánico en sí, era adorado en grutas que, sin duda, amedrentaban a los incautos excursionistas que las visitaban, con el riesgo añadido de poder ser asaltado por este silvano, que gozaba por igual de ninfas y efebos.
Estamos en la Cueva de Pan, en pánico, entregados, todos, y no es consuelo, -el famoso de tontos y todos-, saber que, al final, ninguna nación ha quedado al margen. Porque a italianos y a españoles, en Europa al menos, se nos había puesto cara de tontos, al menos hace quince días. Pero ningún pueblo de la tierra ha quedado eximido de la plaga. Lo hicieran mal o peor, que bien no lo ha hecho nadie, al menos en cuanto a prevención. Los Veinticuatro músicos del Apocalipsis del Maestro Mateo de Pórtico de la Gloria de la Catedral de Santiago afinan sus instrumentos. Bueno, son 22 músicos. Porque dos de esos ancianos sostienen una redoma, una vasija sin duda con remedios salutíferos. Se lo están pensando, ¿dejamos que siga la peste? o ¿soltamos el remedio? ¿Habrán aprendido algo? Mientras se lo piensan, esperamos.
Así las cosas, los políticos compiten en dureza, y en dramatismo. No quieren que les reprochen que su confinamiento social fue más blando que el del vecino. Los indios de la Gran Madre India expulsan a los pobres trabajadores de Delhi y otras ciudades a palos, literalmente, o les obligan a hacer sentadillas si se los encuentran desafiando la cuarentena. En España, tal vez pensando en la Hacienda pública y en la recuperación, si es que algún día la hay, nos hemos apuntado a la fiebre de la multitis, ya van por 160.000 denuncias. Desconsiderada represión, avalada y admitida por un estado de opinión mental atascado por el reino de la cifra lúgubre, que cada día sube al marcador de la Puerta del Sol el número de caídos. 
El lenguaje belicista y trágico se extiende. El presidente Sánchez, desde el Palacio de la Moncloa, dice “Resistir es vencer. Resistiremos”, evocando tal vez el “No Pasarán” del Sitio de Madrid. Y pasaron. Javier Solana, exTodo como Alto Funcionario, desde la trinchera de la cama del hospital, con el virus a cuestas, apela al Winston Churchill de la 2ª Guerra Mundial y nos recuerda aquel discurso dirigido a los Comunes “This was their finest hour”, “Esta fue su hora más hermosa”, su mejor momento, incitando a la población al combate.
Entre tanta calamidad pública, yo oscilo entre: 1) engancharme vía ordenador a los frentes de guerra, que nos pasean, de país en país, y que literalmente salpican, pues uno tiene que retirar la vista; 2) la lectura, menos mal que tenemos eso, ahora mismo estoy con dos ensayos de una de mis escritoras favoritas, Marguerite Yourcenar, que no había leído, “En pèlerin et en étranger” y “Sous bénéfice d'inventaire”, que me ha obligado a una relectura de Cavafis; con Olga Tokarczuk, y sus “Los errantes”, que tanto me recuerda a mi querido W. G. Sebald; u optar por la distracción de ver una película olvidada, o de fantasía, porque uno no está para dramas. Teresa se empeña en ponerme cada noche una película del coreano Bong Joon-ho, el de "Parásitos", supongo que para desvelarme.
Sales a la calle. Ya en la acera te tropiezas con un vecino, cargado de bolsas, a tres metros. ¿Cómo va la cosa?, te pregunta; tú, que vas a paso ligero, en tiempos en los que conviene mostrar cierta circunspección, respondes con desconfianza, no vaya a ser este un chivato colaboracionista, uno de esos llamados “policías de balcón”, que zahieren a los viandantes con insultos, y que tal vez piense, “Este sale mucho”. Casi me excuso, "es por Lissie, la pobre, que es mayor y se agobia". Menos mal que tengo a Lissie.

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